Amor prohibido

Capítulo 117

Hola!! Lamento mucho esta demora. La verdad han sido semanas muy ocupadas. La verdad es posible que como están viendo, la publicación de episodios sea cada vez más lenta. Pero, una sola cosa les puedo asegurar: este fic no quedará abandonado hasta su punto final. Y ¡ojo!, estamos más cerca de lo que creen. Solo queda que Jack encuentre su arma especial, mientras que el precio de que Jimmy encuentre la suya sea el final de este fanfiction. Respecto de los demás arcos, creo que está casi todo cerrado. Si queda algo abierto, será un final abierto en donde ustedes podrán crear sus propias teorías.

También, en el Capítulo 84 de este fanfic predijimos que Argentina ganaría el mundial de Qatar. En estos momentos, ad portas del mundial, es un buen momento para recordarlo y reafirmarlo.

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-Lina...

La perrita se encontraba recostada sobre su cama sin moverse. Ni siquiera las explosiones ni la algarabía del exterior la habían empujado a levantarse. Luego de la muerte de su padre, ya nada tenía sentido. Aún no superaba que Yang, el único hombre que había amado, la hubiera abandonado por su propia hermana. Era una humillación más grande que si el conejo se hubiera vuelto gay. Todo había terminado para ella. No había motivos para levantarse.

-Lina...

Aquella voz era lo único que realmente perturbaba su tranquilidad. Intentaba ignorarla ocultándola con su propia respiración, pero podía sentir el peso de su insistencia.

-Lina...

La perrita se sentó de golpe como si escapara de una pesadilla. Observó en todas direcciones en busca del origen de aquella voz. Su cuarto se encontraba tan tranquilo como lo había dejado. Incluso las hojas de terciopelo que había dejado sobre la mesa del florero no se habían movido debido a las ráfagas de viento que habían entrado por la ventana abierta. La luz matinal ingresaba al lugar con una delicadeza que le regalaba al lugar un ambiente de ensueño. La tranquilidad se apoderó de la perrita, intentando regalarle aunque fuera unos instantes de paz interior.

-Lina...

Aquella voz nuevamente interrumpió su tranquilidad. Sintió un escalofrío recorrer desde su nuca a todo su cuerpo. ¿Era algún monstruo escondido en su habitación? Aquella idea terminó por borrar por completo su poca paz interior.

-Lina...

¿Será posible que aquella voz provenga de su cabeza? Lina se tapó los oídos temiendo aquella realidad. ¿Acaso se estaba volviendo loca? Había vivido tantas cosas en este último tiempo, que aquella era una posibilidad. El miedo terminó por rodearla por completo. Apretó los dientes mientras cerraba los ojos con fuerza, mientras rogaba que aquella voz se fuera.

-Lina...

La perrita abrió lentamente los ojos, para finalmente toparse con el orígen del llamado. Aquel perro celestes de largas orejas caídas frente a ella le era absolutamente familiar. La chica se encogió asustada al reconocer a Yrion, quien le regaló una sonrisa que le provocó escalofríos.

-Hola -la saludó con naturalidad.

A Lina no le podía salir la voz. Era un terror tan intenso que recorría sus venas, que su cuerpo se congeló por completo. Sus pupilas temblorosas le daban un grito silencioso al perro, rogándole que se fuera de sus pesadillas.

-No tengas miedo -le dijo Yrion comprendiendo su estado-. No te haré daño.

El perro esperaba que Lina se tranquilizara aunque fuera un poco. Su temblor y palidez contrastaba con la calidez del día, y no ayudaban a la hora de entregar su mensaje.

Ambos se quedaron en sus respectivas posiciones mientras el tiempo pasaba. Yrion se armó de paciencia. Sabía que el tiempo podría tranquilizar a Lina. La perrita en cambio, sentía que su interior se hacía pedazos, sin ser capaz de bajar la guardia. Todo le parecía una completa locura. No podía concebir la realidad que estaba viviendo. Quería que la realidad la dejara en paz de una buena vez. No quería más vida. No quería más mundo. Pero ahí estaba. Yrion la observaba con dulzura sin abandonar su puesto frente a ella.