Capítulo 62

18 0 3
                                    

—Miren a quién tenemos aquí —se escuchó una voz burlona—, al bebito llorón.

A estas alturas del año, Jimmy ya no retrocedía ante las burlas de sus compañeros. Simplemente les regalaba una mirada de seriedad, mientras hacía un enorme esfuerzo por no retroceder.

—Déjame en paz, Braulio —lanzó el pequeño intentando mostrar valentía.

El conejo traía consigo una maqueta de un par de edificios. Estaba hecha de cartón, cartulina, palos de helado, tubos de papel higiénico, entre otros derivados del papel y el cartón. También venía con unos cuantos clips, tornillos y cintas que utilizó de adorno. Estaba saliendo de un corredor para atravesar uno de los patios. Se dirigía a la oficina del profesor a entregar su maqueta antes de ir a almorzar. De forma increíble, alcanzó a terminarla a tiempo. Esperaba aprovechar su buena suerte antes de que se terminara. Lamentablemente, la presencia de sus abusones dio por finalizada su buena racha.

—Vaya, vaya, parece que el bebito desea mostrarnos sus garritas —respondió el lobo con sarcasmo. Un búfalo y un cerdo le cuidaban sus espaldas, mientras que otros tres chicos rodeaban al pequeño—. Me gustaría saber qué más tienes.

Un ocelote le quitó su maqueta de un tirón. Cuando pretendía recuperarla, un rinoceronte lo sujetó de los hombros con tal fuerza que sintió el dolor de la presión.

—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? —comentó Braulio recibiendo la maqueta—. Miren esta belleza —comentó con ironía.

De pronto, la dejó caer al suelo. No le ocurrió mucho puesto que cada pieza estaba bien pegada, pero tras la pisoteada del lobo junto con sus guardaespaldas, quedó convertida en un montón de basura.

—Ahora quedó mucho mejor —comentó seguido de un coro de risotadas. Risas que atravesaron los tímpanos del pequeño y congelaron su mente.

Tenía una lucha incansable por no llorar, por mantenerse firme, estoico. Cada vez le era más difícil. Sus abusones aún podían herirlo por dentro. Dolía mucho.

—Le-le diré a los maestros —advirtió con voz temblorosa.

Como respuesta, las risas se hicieron más fuertes.

—¡Oh! Casi lo olvidaba —el lobo retomó la palabra—. Un pajarito me contó algo muy... interesante de ti —agregó mientras se paseaba rodeando al pequeño —algo muy peculiar de tu familia —le susurró en el oído—. ¿Quieren saber qué es? —le gritó a sus seguidores.

—¡Sí! —exclamaron a coro.

—¿Quieren saber qué es? —repitió parándose sobre los restos de la maqueta.

—¡Sí! —exclamaron los demás con más ahínco. Varios otros niños se acercaron a la algarabía atraídos por la curiosidad.

George se encontraba caminando cerca del lugar, y se quedó a unos metros de distancia observando el espectáculo.

—¡Escuchen todos! ¡Porque lo voy a repetir una sola vez! —gritó el lobo haciendo de maestro de ceremonias—. Resulta que los padres de este niño que tenemos aquí al frente... redoble de tambores... ¡Son hermanos!

Un ruido ensordecedor llenó los tímpanos de Jimmy. El pequeño quedó pálido, de pie, estático, en medio de una muchedumbre que comenzaba a apuntarlo con el dedo. Sentía que el mundo desaparecía, mientras que en su lugar se encontraba en el más oscuro y aterrador de los infiernos. Empezó a temblar de pies a cabeza. El frío recorría su cuerpo entero. No tenía el control de su ser.

Los niños empezaron a cuchichear a su alrededor, sorprendidos por la nueva información. La impresión golpeó de frente a George. La tortuga sabía la verdad de primera fuente, y podía imaginarse el desastre que se podría ocasionar de esparcirse tan delicado secreto de esa forma.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora