Capítulo 74

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—¡Largo de aquí!

—¡Bien! ¡No pienso regresar!

Un ogro era echado a patadas de un enorme edificio de piedra y acero que actuaba como cárcel. Era grande, de rostro grotesco, musculoso, de piel verde escamosa, mal afeitado, y tenía un gran cuerno en la frente. El ogro cayó de bruces al suelo, derrapando la cara contra el cemento. Se reincorporó para maldecir a sus carceleros cuando le cayó encima un saco con sus cosas.

Mientras se recuperaba del golpe y la caída, vio que las puertas de acero eran cerradas de par en par. En parte se alegró de por fin verlas desde el exterior, y no desde el interior como había sido durante todos estos años. Se puso de pie, se limpió el polvo y tomó su saco. Alrededor no había prácticamente nadie. La libertad se sentía tan solitaria. Eso era algo que no le importó mayormente. Tras un rápido vistazo, se dispuso a caminar.

Roger junior Skelewog había terminado siguiendo los pasos de sus padres como villano de la ciudad. No se podría definir si lo hizo mejor o peor. Terminó detenido en un confuso incidente y recibió una condena de veinte años en prisión, condena que había sido reducida a quince años por buena conducta. Aquellos años habían trastocado al ogro, quien se volvió aún más hosco y silencioso que antes. La cárcel se había convertido en una nueva escuela para él. Ya podría terminar enorgulleciendo a su padre, o perturbándolo aún más. Su padre, aunque villano de profesión, no pasó más allá de asustar y patalear. Las nuevas ideas de su hijo iban mucho más allá.

Sus pies conocían de forma inconsciente el camino a casa. Las calles que atravesaba no habían cambiado demasiado. Más de un recuerdo se le venía a la cabeza con cada paso que daba. En su mayoría eran recuerdos de infancia y adolescencia. Aquellos días en que deambulaba por las calles con Yang, Jobeaux, el niño árbol ese, Vinnie, Coop, y a veces ese zombi DJ que andaba por ahí. Mientras caminaba, se preguntaba qué había sido de ellos. Sabía que Jobeaux regresó a su hogar hace mucho, que Coop fue a estudiar fuera del pueblo con auspicio de su padrastro, y que Yang se fue fuera del pueblo junto a su hermana tras la muerte de su padre. Tenía curiosidad sobre la vida de cada uno de ellos.

Su hogar no había cambiado casi en nada. Un castillo con una zanja a su alrededor y una puerta levadiza que permitía atravesarla. La zanja estaba seca y la puerta sólo estaba de adorno. Había un delgado puente que le permitía llegar a una puerta corriente hecha en medio del enorme portal. El ogro suspiró al sentir que le habían quitado una parte divertida a su hogar con ese cambio. Quién sabe qué cosas obligó a su familia a realizar estos cambios en quince años.

Cruzó el puente como si nada y tocó el timbre. Un par de campanadas se escucharon desde el interior, dejando a la espera al ex presidiario. La puerta se abrió, mostrando a una ogra de similares características que el recién llegado. Era igual de verde y escamosa, con un cuerno que salía de su nuca. Traía un sencillo vestido rosa y un sombrero de paja. Le regaló una mirada de fastidio a Roger, dejándolo entrar sin mediar palabra.

Ante aquel recibimiento tan frío, Roger se tragó sus palabras. Ingresó en silencio mientras la puerta era cerrada detrás de sí. Se dirigió automáticamente hacia su cuarto. Simplemente quería descansar. Su hermana no parecía contenta con su llegada, y no quería problemas ahora.

Su cuarto quedó intacto al paso del tiempo. Incluso la cama estaba tan desarreglada como la había dejado aquella mañana. Sin importarle el polvo que pudiera levantar, se abalanzó sobre la cama. La suavidad, la nostalgia y la seguridad le activaron un cansancio que llevaba guardando desde hace años. De inmediato se quedó dormido sin siquiera importarle nada más.

Unos golpes sobre la madera lentamente lo despertaron. Era un golpeteo constante que lo despertaba con suavidad. Por un instante no comprendía ni siquiera dónde estaba. Estaba oscuro y el lugar por un momento se sentía desconocido. De forma automática extendió su brazo, alcanzando el interruptor de su lámpara de noche. Al encenderla, el viaje al pasado aún no le volvía a recordar que acababa de salir de la cárcel. La puerta de su habitación se encontraba abierta. Su hermana se encontraba golpeando la puerta abierta con su puño mientras le regalaba una mirada tan fría que le recordaba a su madre.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora