—¡Excelente actuación Yin! —exclamó Yang con sarcasmo—. Lo que no entiendo es ¿qué tiene que ver Lina en todo esto?
Una vez pasada la tormenta, Yin y Yang se encerraron en su habitación. Yang estaba recién cerrando la puerta cuando lanzó la pregunta.
—¡Yang! —exclamó su pareja bajando la voz—. ¡No hables tan fuerte o nos van a oír!
—Dudo que nos oigan —respondió acatando el consejo—. Los chicos se fueron a sus cuartos. Ahora dime, ¿por qué?
—¿Qué no lo entiendes, Yang? —se le acercó su esposa—. ¡Con esta jugada matamos muchísimos pájaros de un tiro! Los chicos no se acercarán a la verdad, no se acercarán a Jobeaux, y por supuesto no se acercarán a Lina.
—Creí que tenías todo controlado con ese papel que le pediste a Lucio —replicó Yang.
—La verdad es que esto se está saliendo de control —confesó Yin con pesar cruzándose de brazos—. Con la reaparición de Jobeaux y Carl, esto se está poniendo muy peligroso. Al menos con esto podremos proteger a los chicos.
—Sabes que esto no durará para siempre, ¿cierto? —cuestionó Yang arqueando una ceja.
—Ya pensaré en algo —respondió su hermana con una sonrisa que no le quitaba la inseguridad.
Tras un intercambio de miradas, Yin añadió:
—Además, debo agradecerte por ayudarme. Tus lágrimas le dieron realismo a toda mi historia.
La respiración automática se detuvo en Yang. Concluir que el mayor pesar que arrastraba su conciencia fue tomado como una simple artimaña para sustentar una mentira lo dejó sin habla. Yin por su parte, le regaló una inocente sonrisa, sin percatarse de nada más.
—Bueno, ahora voy a preparar el almuerzo, y a la tarde tenemos que llevar a Jacob a su control —prosiguió la coneja dirigiéndose a su mesita de noche en busca de algo—. ¿Podrías ayudarme con el postre?
—Yo... debo ir a trabajar —Yang no pudo evitar un malestar interno que lo empujaba a salir del hogar. De un salto se dirigió al ropero en busca de su chaqueta.
—¿Qué? —Yin se volteó contrariada.
—Es casi mediodía —se excusó el conejo mientras se colocaba una chaqueta de mezclilla gastada—, y no le he avisado nada a Sara. Se debe estar preocupando mucho. Además, hay mucho que hacer en su casa.
—Espera... —alcanzó a decir la coneja.
—¡No te preocupes! ¡Dejaré la van aquí para que lleves a Jacob! —exclamó Yang desde el living mientras se dirigía a la salida.
Caminar tranquiliza. Una caminata un sábado al mediodía era lo que más necesitaba Yang. Una caminata de cuarenta y cinco minutos que gracias a su aptitud física no le fueron mayor problema. Le envió un par de mensajes a Sara en su viaje explicándole que iba de camino. El ruido de fondo de una calle viva le sirvió de calmante. Los tibios rayos solares, el cantar de las aves, la naturaleza controlada en una ciudad no abarrotada, conformaban un ambiente pintoresco que lo consideraba de ensueño.
Yin se tomaba tan a la ligera su pesar que no podía evitar molestarte. ¡Había matado al Maestro Yo! ¡Había matado a su propio padre! Él murió inocentemente, sin sospechar siquiera de los planes de sus hijos. No le dieron siquiera la oportunidad de opinar sobre la decisión que tomó. ¿Qué hubiera pasado si hubiera aceptado? ¿También lo habría matado? ¿Por qué siquiera lo hizo? ¿En qué está que un día de estos vuelve a perder el control, y mate a alguien más? No quería ser un peligro. Él no quería dañar al resto. Pero el recuerdo de su padre panda le decía lo contrario. Desde que su memoria se destapó, la culpa lo perseguía de día y de noche. Cuando creía que se había acostumbrado a ese pesar, se hacía más fuerte. Un nudo en la garganta, seguido de un dolor de cabeza lo atrapaban desprevenido. Ya no quedaban momentos de paz.
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Amor prohibido
FanfictionYin y Yang mantienen un matrimonio normal con cinco hijos, sin que nadie sospeche que son hermanos gemelos. Dejaron atrás el Woo Foo, su pasado, su vida, su historia, todo para comenzar una nueva vida juntos, en una nueva ciudad. Todo cambiará cuand...