Capítulo 57

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Lamento el no haber podido publicar la semana pasada. He tenido días demasiado ocupados. Espero que este capítulo pueda compensar el atraso.

Con amor.

Patito.

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La van circulaba por las calles de la ciudad mientras los primeros postes de la calle empezaban a encenderse proyectando su luz amarillenta sobre la acera. Era un lindo distractor mental mientras ordenaba mis ideas. Me dirigía a casa de la abogada de Yakko a ver un asunto con su hijo. Todo eso me daba mala espina. Que la abogada defendiera a Yakko de un ataque que vivió su propio hijo. Que Yakko hablara tanto de ese tal Jimmy. La conversación tan cercana que mantenían ambos. La desaparición de Mónica. Mientras más vueltas le daba, todo apuntaba a una sola conclusión: ese par le había hecho algo a Mónica para desatar su amor prohibido.

Mis puños me dolían cada vez más en la medida en que más los apretaba. Me daba una rabia tremenda al pensar que me estaban tratando de ver la cara de idiota. ¿No le sería más fácil a Yakko terminar con mi hermana y así meterse con la coneja? Siempre había sabido que ese insecto era un cobarde. Seguramente ahora la siguiente víctima sería el esposo de la coneja. Sabía que me estaban llevando a una trampa mortal. No me importaba realmente. No les sería tan fácil deshacerse de mí. Yo soy un cazador de demonios elite mientras que Carl apenas se graduó. Él no se la puede conmigo. ¿Y qué puede hacerme la coneja? Un simple ataque congelante sobre su alma y no sabrá qué la golpeó. Me estaban subestimando sin duda.

Las luces danzarinas de la calle intentaban calmarme. No debo precipitarme en mi juicio. Antes de acusarlos de cualquier cosa, debía recabar evidencia. ¿Dónde dejaron a Mónica? ¿Qué hicieron con ella? Debía ser cuidadoso. Entrar en su juego y fingir que les estaba creyendo mientras recogía cualquier evidencia que pudiera servirme. Debía estar completamente atento.

La van estacionó frente a una casa en los suburbios. Era grande, color púrpura, de dos pisos, con un antejardín con un pasto verde y uniforme. Sus paredes se encontraban rodeadas de arbustos bajos. Los marcos de las ventanas y la puerta de entrada parecían recién pintados de color blanco. Parecía bien cuidada y limpia. El olor a tierra mojada me relajó una vez que descendimos de la van.

Seguimos a la coneja hasta la entrada. Iba detrás de ambos, atento a cualquier actitud sospechosa. No solía confiar en la gente, así que la búsqueda atenta era el pan de mí día a día. Más allá de un par de comentarios de la coneja indicando que habíamos llegado, ambos permanecían muy callados. El nerviosismo se le escapaba a la cucaracha, era evidente. En cierto momento se volteó a verme. Retrocedió su mirada inmediatamente al encontrarse con la mía. Ocultaba algo. Era evidente. Cuando llegue el momento, sabré cómo arrancarle su secreto.

—Bienvenidos —nos dijo la coneja abriendo la puerta de su casa.

Los tres ingresamos al hogar mientras ella cerraba la puerta. El interior se veía más estrecho de lo que imaginaba. El pasillo era asfixiantemente pequeño para mi gusto. El piso de cerámica se notaba limpio y las paredes azul marfil estaban cubiertas de cuadros que no pude ver con total detalle. Solo alcancé a apreciar que mostraban a varios conejos de múltiples colores.

—¡Mamá! —un grito infantil me arrancó de mi observación. Una conejita parecida a su madre se acercó corriendo hacia nosotros desde la puerta del fondo, pasó por el costado de nosotros y se aferró en un abrazo a la falda de su madre.

—¡Yuri! ¡Qué bueno verte! —le respondió el abrazo a la conejita—. ¿Cómo ha estado todo por acá?

—Papá no ha salido de su cuarto desde que llegó a casa —le informó la conejita sin detenerse siquiera a tomar aire—. Yenny y Jack están preparando la cena y Jacob está arriba jugando cartas con Jimmy.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora