Capítulo 78

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PRIMERO: plantaré los árboles que sean necesarios para salvar esta democracia.

SEGUNDO: ¡He regresado! Lamento mucho la ausencia la semana pasada, pero ya les comenté las razones. Por lo anterior he regresado con este capítulo XL que espero puedan disfrutar.

TERCERO: Aparte de este episodio, ¡Nos queda un capítulo solamente antes de fin de año! Debido a las elecciones de segunda vuelta en Chile y su delicadeza, la editorial ha decidido no estrenar nuevo capítulo el próximo domingo 19. Es así como solo nos queda el domingo 26 de diciembre como último capítulo del año. De antemano (y con mucho adelanto) les deseamos una Feliz Navidad y nos estaremos viendo por acá el 26 (Polidrama y el Tiempo en Chillán prosiguen con normalidad, por si quieren saber de estos patitos antes de Navidad). Además, esperamos que este capítulo XL también compense nuestra ausencia la próxima semana.

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—Oye Lina.

—¿Hmm?

—¿Estás bien?

Lina y Roger se quedaron a cargo de darle la bienvenida a la van desde la entrada de la granja del señor Swart. La supuesta hermana de su padre vino acompañada de un par de sujetos, de los cuales sólo pudo reconocer al viejo Kraggler. La situación le parecía más que estrambótica a la perrita, incluso considerando las palabras de Roger. Esa idea retumbaba en su cabeza como un martirio infernal. Si la hermana de su padre era la madre de Yang, entonces ella y Yang...

Su padre, luego que la coneja y su séquito se fueran a bordo de una van plateada, les pidió a Roger y Lina que prepararan todo para la bienvenida de los nietos de la coneja. Lina sintió el aturdimiento tras aquellas palabras. No había mucha oportunidad para pensar. Entre limpiar los cuartos, preparar las camas, preparar el almuerzo, limpiar la casona, atender a los animales, y otras tareas cotidianas de la granja, se les fue la hora. Recién junto a la verja blanca de madera, bajo un enorme sauce, rodeada de toda la naturaleza, su mente logró meditar.

—¿Por qué dijiste eso? —la perrita rompió el silencio disparando contra el ogro.

—¿Qué cosa? —preguntó Roger confundido.

—Eso, de que ella se parecía a Yin y Yang.

—Bueno, es solo mi parecer —el ogro se cruzó de brazos.

—¿Tienes idea de lo que eso significa? —le advirtió Lina con un índice amenazante.

—Eh... ¿no? —respondió nervioso encogiéndose de hombros.

—¡Que Yang y yo somos...! —aunque la última palabra pasó por su cabeza, no tuvo la fuerza de pronunciarla. Aquella palabra fue el dardo que terminó por quebrar todo lo que conocía como fortaleza.

—Este... ¿Estás bien? —Roger se veía totalmente confundido por la reacción de Lina. De hecho se sentía confundido desde que puso un pie en la granja. Solo había llegado para pedir trabajo por comida para él y su hermana, y terminó esperando la visita de los nietos de una misteriosa señora que se parecía a sus antiguos amigos. Él intentaba desentenderse del asunto. Mientras pudiera comer, todo estaba bien. A pesar de aquello, no podía evitar despegar su mente de todo lo que ocurría a su alrededor.

Como respuesta, ella lo abrazó con fuerza. En un principio, la confusión congeló al ogro. La fuerza venía cargada de desesperación. La perrita comenzó a sollozar sobre su camisa a cuadros. Las preguntas se amontonaron en un aturdido ogro. Su única reacción fue devolverle el abrazo, cubriendo su cabeza con sus gruesos y escamosas manos. La presionó contra sí esperando regalarle algo de consuelo. Los sollozos se hicieron más fuertes. Lina se aferraba a él como una tabla salvavidas.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora