- ̗̀❛ ु ❝Huening Kai || Kisses ❞

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A pesar de su corta edad de 20 años, la reina se encontraba atada de manos, con un pañuelo blanco apresándola mientras gritaba de dolor rodeada de enfermeras y el doctor real.

El tiempo de parto de su hijo había llegado, la horas y día perfecto estaba en la puerta y las estrellas estaban en su punto exacto para que ese pequeño hijo pudiera ser una bendición para la nación ya que una vez aún sin haber nacido había detenido una sequía al ser engendrado.

Por su parte el rey no tenía ni la más remota idea de que era ese día, todo el mundo en el lugar había hecho hasta lo imposible para que no supiera, cosa contraria a lo normal aunque en sí, su reinado no era parecido al de ningún Rey de la era de Joseon.

La mujer valía mucho al igual que el hombre, sólo tenía una esposa y la había elegido por amor y no por perfección y por lo tanto ella era una de las más grandes prioridades de su vida.

Como siempre, hacía su visita de las 9 pm para dormir con su 'feliz' esposa pero su eunuco real no lo dejaba caminar bien deteniendose a veces o lo guiaba mal causando cierta incertidumbre en su Rey.

-- ¿Qué sucede, Yeonjun?

-- Su majestad... Yo... -responder al benevolente rey Huening no era fácil y más hablando de esconder semejante verdad- pensé que debería tomar la merienda en su Palacio y la reina podría descansar en el suyo.

No, se había quedado sin excusas así que no era la mejor que tenía.

-- ¿Hablas enserio? - el jóven Rey de 26 años se agachó hacia el encorvado sirviente y le susurró- Le prometí acariciar su cabello hoy y es su cosa favorita.

Ignoró el hecho de que el pelinegro traía la luz y siguió su camino a él encuentro de su esposa.

Nada lo detenía y a unos metros de ahí escuchó un grito que demostraba que alguien estaba agonizando de dolor pero que le parecía conocido el matiz de esa voz.

-- Es Jagi.

Levantó un poco sus vestiduras corriendo despavorido a pesar de que su compañía le pedía detenerse y estando afuera los gritos cesaron y una enfermera salió la cual fue tomada por los hombros por el Rey preocupado por su mujer.

-- ¿Qué le pasó? ¿Ambos están bien? - sus ojos brillaban de las lágrimas amenazando salir y trataba de mantener la calma a pesar de los malos escenarios en su mente y la enfermera por inercia cayó rendida a sus pies sin levantar la cara.

-- A nombre de todo el Palacio le pido disculpas -todos en el lugar se encontraban en la misma posición de la mujer- por no notificarle el hecho de que la reina acaba de dar a luz al hijo del cielo, un varón con peso y tamaños correctos con un destino lleno de heroísmo y valores al igual que su padre, como el ministro de astronomía y su departamento señalaron hace unos meses.

-- ¿Meses?

Las damas de la corte que siempre cuidaban las puertas del lugar se movieron a su posición dejando las escaleras laterales evitando el paso del Rey quien ya estaba frente a ellas a punto de sentir que su pecho explotaba; su reina había sufrido tanto sola, pudo haber perdido sangre, pudo haberse desmayado, pudo haberse quedado sin voz por el paño en su boca o sus manos se lastimaron por las telas que las sostenían desde el techo, muchas cosas le pudieron pasar pero no lo dejaban entrar.

-- Sabemos que protege a la reina como protege a la nación pero la sangre puede manchar sus ropas y eso en una noche tan perfecta puede traer desgracias.

-- Déjenme entrar -ciertas lágrimas empezaron a caer por su rostro-, la sangre de mi propio hijo es mi sangre también, la sangre de mi esposa es más pura que la mia porque su alma lo es; así que quedaré mejor después de sentirlos conmigo a ambos por toda la noche así que por favor déjenme entrar a verlos.

*•°𝕋𝕏𝕋 𝕎𝕆ℝ𝕃𝔻°•* Donde viven las historias. Descúbrelo ahora