Hotel de Eremia, 1912
Rápidamente me calzo un par de zapatillas que hay debajo del escritorio, camino hasta la puerta y salgo al pasillo. La madera pulida abunda; hay lámparas en el techo, además de una alfombra de colores rojos, negros y grises, que se extiende por todo el suelo de forma infinita. Grandes jarrones de porcelana y cerámicas hacen de adornos en el amplio corredor. Camino con paso firme hasta que llego a la escalera, también alfombrada.
Bajo los escalones con rapidez. Me relamo los labios y me aplaco el cabello con una mano. Tengo sed. Estoy nervioso. Paso a un grupo de mujeres con rapidez; veo por el rabillo del ojo que dejan de reír y se me quedan viendo con espanto en el rostro, completamente ruborizadas. Quizá están escandalizadas por mi poca cortesía o mi falta de modales, pero no me importa. No hay tiempo para formalidades cuando los cuerpos de mis amigos probablemente estén siendo devorados por bestias en este momento.
Yo no soy quién para disfrutar de la vida y de la cortesía que a ellos se les ha sido arrebatada, así que tengo que darme prisa. Cuando llego al mostrador de la recepción, adornado con rosas blancas y rojas y una gran campanilla en medio de la madera lustrosa, un hombre de aspecto severo y ojos oscuros me levanta la mirada al sentir mi abrupta llegada.
—¿Puedo servirle en algo?
—Necesito hablar con Eremia Dalka.
Siento rabia al pronunciar su nombre. Por más apenado o agradecido que pueda estar, Eremia Dalka sigue siendo un sanguinomante, un vampiro. Y por ende, mi enemigo.
—El amo Dalka no se encuentra en estos momentos —dice mientras abre un gran cuaderno y deja de mirarme a los ojos.
—Entonces necesito saber a dónde se fue para buscarlo de inmediato.
El hombre levanta la vista y fija sus ojos en mí. Sus labios apenas son una línea delgada sobre su barba blanca.
—No puedo darle esa información, pero si quiere dejarle una nota, con gusto se la entregaré en cuanto regrese —contesta—. Ahora, si me disculpa, tengo un hotel que atender.
El peso de la culpa y la angustia se hace insoportable y me corta la respiración. Intento volver a armonizar, pero el mareo se hace insoportable.
—Venga conmigo, por favor —dice Theresa acercándose.
Me señala un pasillo junto al mostrador antes de comenzar a caminar. Yo la sigo con algo de dificultad. Nuevamente me cuesta respirar; todavía siento el pulso acelerado y la cabeza algo pesada a causa del mareo.
—Evite en lo posible acceder a su magia por los momentos. Eso no hace más que enfermarlo por ahora y está en nuestros mejores intereses y en los del amo que usted se mejore pronto.
Cuando Theresa se detiene lo hace frente a una puerta de madera oscura franqueada por dos grandes jarrones negros. En ellos está el tallado de una estrella y una luna menguante en su superficie.
Me mira a los ojos antes de señalar a la puerta.
—Este es el despacho del amo Dalka —dice y hace una pequeña reverencia con su cabeza—. Toque antes de entrar.
Sin decir otra cosa, pasa a un lado para rehacer el camino que había recorrido conmigo.
Sin dudarlo llamo a la puerta golpeando tres veces. La respuesta llega con rapidez.
—Adelante.
Abro la puerta y entro al despacho. Hay un gran ventanal con vista hacia los bosques y el enorme cuerpo de un grizzlie disecado en una de las esquinas. Detrás del escritorio está sentado él, que parece una réplica humana de aquel oso negro en pose intimidante.
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Labios de sangre
Romance¡¡Destacada por el perfil oficial @WattpadVampirosES ♥!! Eremia encuentra a Stian herido de muerte. Con un poco de su sangre puede salvarle la vida, pero el gesto puede salir bastante caro, especialmente para Stian. A raíz del suceso, ambos verán su...