Capítulo 31

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Ciudad secreta de Nidaros, 2 de agosto de 1917

Estoy en la sala de mi maestro viéndolo caminar de un lado al otro mientras murmura cosas.

—¿Estás seguro que eso fue todo lo que te dijo? —me pregunta refiriéndose a la conversación que tuve con el Maestro Rêvereaux del día anterior.

—Sí, esas fueron sus palabras exactas.

—Pero eso es lo que me parece extraño... ¿Por qué te lo pidió a ti y no a alguien más? ¿A Yngvild, por ejemplo? —yo me encojo de hombros—. Él sabe que tu armonía no funciona de la forma que debería desde el incidente...

—Lo sé —admito.

—Y tú ya no eres un miembro activo de la Cámara de Defensa —recapacita inquieto—. Entonces... ¿por qué?

—Yo tampoco lo entiendo, maestro, pero no podía negarme, o de lo contrario...

—Lo sé, muchacho, no tienes que darme explicaciones —dice enseguida—. Yo conozco mejor que nadie la situación en la que estás aquí. Hiciste lo correcto.

Pero yo no estoy siendo del todo franco con mi maestro.

Si bien es cierto que Rêvereaux fue muy convincente con su discurso, si acepté acompañarlo en la misión, a pesar del riesgo, es porque necesito respuestas y tengo dudas.

A Eremia no le gusta hablar de su pasado y evita el tema siempre que lo saco a flote, pero yo no puedo vivir en las sombras de su vida. Yo quiero confiar en él y lo hago, pero aún necesito entender muchas cosas.

—Bien, no hay problema —dice de pronto mi maestro trayéndome de regreso a nuestra conversación—. Así es como van a ser las cosas, Stian, escúchame con atención: a partir de mañana y hasta que esta susodicha misión ocurra vamos a hacer unos entrenamientos intensivos para mejorar tu tiempo de reacción con la armonía.

—Por supuesto, maestro.

—Y mientras hacemos eso, me las voy a arreglar para poder acompañarte durante la misión.

—Pero...

—Ya sé que tú ya eres un hombre y que no tienes dieciséis años, Stian, pero aun así yo me quedaría más tranquilo sabiendo que puedo estar allí para servirte de apoyo si lo necesitas —dice dándome unos golpecitos en el hombro—. Ahora no me lleves la contraria a menos que quieras que te golpee con el bastón.




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