Capítulo 64

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Alrededores de Kraljevo, 27 de junio de 1927

Es evidente que a Eremia no lo hizo gracia estar en casa de los Ráthboyak por mucho tiempo, y siendo sincero, a mí tampoco. Tanto así que antes de partir les pidió a nuestros escoltas compartir y tomar de un cáliz lleno hasta la mitad de su sangre. 

Llevamos varios días de viaje. Las horas pasan, y ahora estamos una vez más atravesando caminos rurales a caballo en medio de la noche. Aparte de nosotros dos y los tres guardaespaldas de Eremia, la Condesa había insistido en que dos de sus guardias reales se unieran a la escolta para asegurarse de que llegásemos con bien a Rumania.

«¡Argialumix!», escucho.

De pronto, un fuerte rayo de luz golpea de lleno a uno de los escoltas reales en el pecho y lo lanza del caballo. El escolta cae boca arriba con una mueca de dolor en el rostro; tiene el pecho calcinado por el hechizo. Es una emboscada. Por culpa del ataque y el escándalo los caballos se alborotan y hay que calmarlos con prisa para que no nos desvíen del camino.

«Kouramea», declaman los guardaespaldas magos de Eremia, cuyos ojos se iluminan en un rojo intenso, y no pasa mucho hasta que los ojos de nuestros asaltantes también surgen de entre los árboles, y la cúpula mágica que el kouramea ha creado para protegernos comienza a peligrar.

—¡EREMIA! —grito pero ya es tarde.

—Argialumix...

Esta vez el rayo de luz destruya la cúpula de protección. La declamación es hecha en un enlace sinfónico, por lo que el poder es tan abrumador que enceguece. La magia demoníaca de los guardaespaldas de Eremia se desvanece de inmediato sin ninguna oportunidad. Todos caemos al suelo a causa del impacto.

De pronto, alguien que conozco bien aparece ante mis ojos:

—Si se entregan sin oponer resistencia les perdonaremos la vida —habla una de los magos que nos atacan mientras declaman un hechizo para iluminar el lugar y no puedo creer lo que están viendo mis ojos—. Ya lo que decida la Orquesta escapa de nuestras manos...

—Joviana...

Es la esposa de mi hermana Yvette.

—Nosotros no hemos cometido ningún crimen —contesta Eremia poniéndose de pie para enfrentarla—. Fueron los miembros del Conservatorio los que invadieron mi casa sin motivo ni razón.

Pero mi cuñada no está dispuesta a dialogar, y yo puedo leer sus intenciones a tiempo para levantar mi propia barrera antes de que ella y sus compañeros de escuadrón vuelvan a declamar su melodía en contra de Eremia quien está indefenso.

—¡Hiėgrskjdas! —declamo.

—¡Argialumix! —vuelven a declamar ellos también.

Su hechizo choca y rebota contra mi barrera, pero la fuerza del rebote es tan fuerte que termina por arrojarme lejos, hacia atrás.

—¡Detente, Joviana! ¡No hagas esto! —grito mientras me acomodo.

Eremia está ya a mi lado para ayudarme a levantarme.

—Yo no estoy haciendo nada malo, Stian —contesta ella, alzando la voz con indignación—. ¡Tú eres el único que está actuando sin cordura aquí! ¡Estás poniendo a toda tu familia en riesgo por culpa de una sanguijuela asquerosa! ¡¿Acaso no te da vergüenza levantar tu magia en contra de nosotros?! ¡Rêvereaux tenía razón, eres un traidor descarado! ¡Argialumix!

—¡Hiėgrskjdas! ¡Hiėgrskjdas!

Aunque esta vez es sólo ella quien declama el argialumix, éste sigue siendo bastante fuerte, y la presión de la armonía termina por hacer que me estallen las venos de los globos oculares. Mi armonía nunca volvió a ser lo mismo, y Joviana es una maga fuerte...

Labios de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora