Capítulo 28

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Praga, 14 de abril de 1917

—¡STIAN! —Yngvild grita mi nombre mientras me apoyo de una de las farolas de la calle—. ¡Stian, ¿qué te pasó?!

Sus manos preocupadas no dejan de sujetarme. Me limpia la boca con uno de sus pañuelos; la cabeza me palpita.

—La carta... me robaron la carta —alcanzo a decir frenéticamente.

—¿Te robaron? —exclama ella incrédula y preocupada—. ¿Estás seguro de eso? ¡¿Quién te robó?!

—No... no lo sé, Yngvild —carraspeo—. Llevaban máscaras...

—Pero qué estás diciendo, Stian, no te entiendo. ¡Será mejor que busquemos ayuda! Luego iremos a poner la denuncia...

Voy caminando con su ayuda. Yngvild me lleva de costado.

—Eran magos, Yngvild... Los que me atacaron eran magos —alcanzo a decirle.

Una sombra siniestra se dibuja en su semblante.

—¡¿Qué?! ¿Qué dices? —pregunta incrédula, aun sin querer dejar de creerme—. ¿Estás seguro?

—Usaron magia contra mí... Bloquearon mi armonía para que no pudiera defenderme —respondo con pesar.

Su rostro empeora con cada palabra que escucha salir de mi boca. Mira con rabia hacia el frente y por un momento parece que fuera ella misma a buscar a los culpables.

—Si los responsables de esta barbarie fueron magos, te prometo que no descansaremos hasta que se les atrape y se les enjuicie por sus crímenes. Te lo juro.

Poner la denuncia de lo que pasó es algo delicado.

Con mis propios ojos puedo comprobar que la opinión pública sigue estando en mi contra. La gente no ha olvidado lo que pasó hace cinco años. Mucha gente se acerca para saber qué me sucedió, pero cuando explico que fueron magos los que me atacaron, me dan por loco. Nadie en Praga me cree... Quizás si estuviéramos en Trondheim...

Tal parece que aquí me ven como un problema, como alguien que sólo quiere agitar las aguas en la tranquilidad de las Cámaras centrales. Y por lo que veo, Rêvereaux tiene muchos partidarios en la provincia secreta de Bohemia. Hay pocos que siguen a Javier Hurtado, el actual líder de los Tradicionalistas. Los miedos ocasionados por la Guerra y su discurso conciliador, al parecer, le han hecho perder fuerza.

Hurtado es bastante popular en Nidaros, donde casi todas las familias del norte le han brindado apoyo, pero Praga es el corazón del Conservatorio, y quién sea popular aquí gana el apoyo moral suficiente para conseguir la mayoría de los votos de la Orquesta. Por lástima para alguien como yo, este es territorio Rêverecionista...

Yngvild grita estresada mientras soy atendido por magos de la Cámara Medica. Ella no entiende por qué los Vigilantes toman una actitud tan fría hacia un acto criminal que pone en riesgo todo lo que representa las instituciones del Conservatorio. Se niega a aceptar la evidente grieta que hay en nuestra sociedad en este momento...

Mi padre llega a la sala médica donde me tienen poco antes del mediodía. Le basta verme para darse cuenta del estado en el que me han dejado. Veo la indignación en su rostro. Se acerca y me da un beso en la frente antes de salir enfurecido de la habitación.

—Me encargaré de esto —escucho que le dice a Yngvild mientras se arregla el saco—, pero por favor, querida Yngvild, no lo dejes solo...

—¿Hablará con Andrea...? —pregunta ella.

—Por supuesto —responde Tomáš, mi padre.

Sale de la habitación. Yngvild se acerca hasta mi cama para acariciarme el dorso de la mano y yo la estrecho entre mis dedos. Veo en sus ojos la ansiedad, pero yo no tengo miedo. Por extraño que parezca, no me sorprende lo que ha pasado. No porque me lo esperara, sino porque, a diferencia de ella, yo sí he vivido el perjuicio que creía inexistente, y que pude comprobar que no ha desaparecido; al contrario, se ha hecho más fuerte.

Labios de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora