Merkinė, 6 de abril de 1922
«El amor tiene razones que la razón desconoce...»
Recuerdo que después que leí esa frase me pregunté muchas veces por su significado.
Mi mente infantil e inocente de aquel entonces no lograba procesar un concepto tan absurdamente poderoso e ilimitado como el amor. Porque yo amaba a mis padres y a mis hermanos, e incluso Yngvild ya era muy importante para mi, pero en ninguno de ellos encontraba una razón para vivir o morir.
Sabía que, si en algún momento mi madre o mi padre fallecían, eso me dolería muchísimo. Pero también sabía que ese era el curso natural de las cosas.
—La gente muere todo el tiempo Stian, por eso no hay que temerle a la muerte... porque esta es parte de la vida.
Eso era lo que me repetía mi padre siempre que algún familiar o amigo cercano de la familia fallecía. Pero según las historias de amor que tanto le gustaban a mi hermana y a mi mamá, el amor podía llegar a matarte cuando la pérdida que se sufría era la de ese ser amado.
Yo no entendía como era eso posible. Me tomó casi treinta años enterarme.
Cuando me quiero dar cuenta de lo que estoy haciendo, mis pies ya caminan en dirección a la sección del Palacio de los pasillos arcanos. Mientras tanto, la noche cae en Praga...
Puertas y puertas a mi lado se quedan atrás entre las luces y las señalizaciones. Más que caminar, corro. Necesito llegar al hotel de Eremia antes de que termine el seis de abril. Necesito llegar a él para cumplir con nuestra cita de cada cinco años, necesito alcanzar su cuerpo para pedirle perdón y poder seguir respirando como se debe, como es natural; necesito de sus ojos para que me diga que todo está bien, y necesito de su voz para saber que estoy vivo.
Cuando cruzo el umbral de la puerta que necesito, tras haber cruzado ya cuatro pasillos que me han hecho saltar de un punto de Europa al otro, echo a andar tan rápido como puedo y sé que por fin estoy bajo el mismo cielo en el que él se encuentra. Es aquí, la misma puerta que crucé esta misma noche hace diez años para hacer mi trabajo y dar caza a los criminales que comerciaban con esencias Avernales. La misma por la que crucé de vuelta cuando uno de su especie me salvaba la vida para acabar con el ciclo de muerte y venganza... Y no puedo evitar contener una sonrisa.
Sin embargo, esta puerta está a las afueras del pueblo. Cuando compruebo el reloj de la taberna, sólo me quedan un par de horas para cumplir con mi promesa a Eremia. Logro convencer al tabernero de que me alquile uno de sus caballos; apenas está ensillado, me subo en él con premura y hago que el caballo salga disparado en una carrera veloz.
Estoy sudando y jadeante, sucio por el aire nocturno de Lituania. Cuando llego al hotel hay pocas luces encendidas en el edificio.
Me bajo del caballo y salgo corriendo hasta la entrada mientras el sudor corre por mi frente. Cuando la puerta se abre de golpe, el hombre detrás del mostrador se sobresalta y se levanta de un brinco, pero antes de que pueda decirme nada, yo ya he alcanzado las escaleras y subo los escalones de dos en dos. Al escuchar los gritos del hombre de la recepción, una mujer se apresura a asomarse para ver que está pasando y es cuando sus ojos se fijan en mí.
—¡Señor Pražak! —exclama Theresa aturdida cuando paso junto a ella y le aprieto el hombro con lo que espero haya sido un gesto afectuoso y no muy violento de mi parte, pero igual no me detengo.
Sigo corriendo hasta que llego a la habitación 113, la misma en la que Eremia me salvó la vida hace diez años y la misma en la que cinco años atrás me entregué a él por primera vez.
Tomo el pomo con una de mis manos, y cuando lo giro, este cede y la puerta se abre...
De inmediato siento el aroma fuerte a pino, eucalipto y tabaco inundarme la nariz.
Cuando mis ojos lo encuentran, su silueta está recortada contra la ventana. La luz amarilla de las lámparas le da a su rostro una expresión tan llena de melancolía que hace que un nudo se me forme en la garganta.
Se gira y sus ojos me encuentran.
Siento que el mundo se detiene y que todo lo que no seamos él y yo desaparece.
—Estaba esperando sólo por fuerza de la esperanza —me dice con una sonrisa triste en los labios —Estaba seguro de que no vendrías.
—Yo estaba seguro de que no te encontraría, y aun así, aquí estoy —le contesto yo embriagado por el alivio.
—Te prometí que nos veríamos cada cinco años en este mismo lugar. Ya sabes que soy un hombre de palabra.
—Ya... estoy aquí —contesto.
Por un segundo, nuestras miradas se enfrentan en un combate silencioso. Para evitar que alguno de los dos escape, cierro la puerta detrás de mí.
No estoy dispuesto a rendirme, no pienso volver a hacerlo.
He cometido errores, pero todos lo hemos hecho alguna vez. Equivocarnos no nos priva de la oportunidad de crecer y de madurar, de entender las cosas desde una nueva perspectiva. Esa es la clave del perdón que generaciones del pasado han otorgado para hacer que las generaciones del futuro tengan esperanza.
Eso es lo que Eremia Dalka quería enseñarme.
Es por eso que me habló de paz, de treguas, de luchar contra la guerra que nos define.
Porque si queremos que nuestros hijos y nuestros nietos tengan las vidas que quizás nosotros no podemos, debemos empezar por hacer las paces con el enemigo desde nuestro lado, y, sobre todo, nunca dejar de luchar en nombre de aquellos que todavía no han entendido la importancia de tomar la misma decisión.
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Labios de sangre
Romance¡¡Destacada por el perfil oficial @WattpadVampirosES ♥!! Eremia encuentra a Stian herido de muerte. Con un poco de su sangre puede salvarle la vida, pero el gesto puede salir bastante caro, especialmente para Stian. A raíz del suceso, ambos verán su...