Hotel de Eremia, 6 de abril de 1927
Eremia y yo estamos en mi habitación. Estoy reposando sobre su pecho mientras juego con el vello oscuro de su abdomen.
Estos días hemos estado hablando mucho.
Es precisamente en esos momentos, en los que nuestros cuerpos vienen de ser uno y que sus manos me acarician la espalda, cuando los temas difíciles se vuelven más fáciles de discutir.
—¿Estás seguro de que quieres hacerlo? —me pregunta con suavidad antes de depositar en beso en mi frente.
—Completamente —le aseguro calmado—. Es algo que ya llevo pensando mucho tiempo. Con todo lo que está pasando en el Conservatorio en este momento, me parece lo más adecuado, la única alternativa real que tenemos.
—Sólo lo pregunto porque quiero que estés seguro...
Yo me incorporo en la cama. Ambos estamos desnudos. Él me acaricia el rostro.
—Nunca he estado más seguro de nada en mi vida, Eremia Dalka —le digo y nos quedamos observándonos por un instante que me parece eterno.
Finalmente él asiente, pero cuando va a contestarme, escuchamos un alboroto que proviene de la recepción. Los dos nos ponemos en alerta.
Eremia es más rápido que yo. Cuando me doy cuenta él ya se está calzando un pantalón para cubrir su hombría. Yo lo imito y también comienzo a vestirme, mientras los gritos se hacen más fuertes antes de que suenen los primeros disparos.
—No puede ser el Conservatorio —digo en voz alta.
No sé si para calmarme a mí mismo o para convencer a Eremia. Él no dice nada y camina hasta la puerta para salir del cuarto, no sin antes tomar su daga de la cómoda junto a la cama. Yo lo sigo de cerca hasta que llegamos a la escala. Desde arriba vemos como cinco magos han hecho un desastre en la recepción.
Hay madera rota y fragmento de vidrios y jarrones destruidos por todo el suelo. Theresa está inconsciente en el suelo mientras Traian, con la mitad del rostro cubierto de sangre, intenta arrastrar su cuerpo lejos de los intrusos.
—¡Alora, pero mira a quienes tenemos aquí! A Stian Pražak y a su novio la sanguijuela... ¡Manifico! —vocifera Luzzio Cannavari con petulancia y asco en la voz antes de escupir al suelo.
—¡Ustedes no deberían estar acá! —digo tratando de hacerme cargo de la situación—. ¡Esto que están haciendo es un ataque directo del Conservatorio a un miembro del Aquelarre que no ha hecho nada malo! ¡Es un crimen que trasciende nuestra jurisdicción!
Eremia, todavía manteniendo la calma, dice con voz grave y a la vez serena:
—Estás equivocado. Yo ya no formo parte del Aquelarre. Hace mucho que dejé de hacerlo, así que les pediré que se marchen de mi hotel ahora mismo y se lleven su guerra a otro lado si no quieren pagar las consecuencias. No lo diré dos veces...
Luzzio camina hacia nosotros con un gesto de incredulidad burlona en la cara y en los brazos.
—¡Esa cosa con la que te estás revolcando es una maldita sanguijuela, una alimaña! —dice mirándome a los ojos como si quisiera hacerme entender—. ¡Y las alimañas no tienen derechos, cazzo di merda!
De pronto, comienza a declamar.
«¡Cesan...
«¡Pryšbąsas!», declamo en contra a tiempo suficiente para habilitar mi hechizo antes que el suyo.
La lengua de Luzzio se cierra de inmediato al flujo de la armonía que proviene de su mente. El aire lo ahoga por un instante, y su garganta le duele de tal manera que le hace dar pasos hacia atrás. Por el instante que dura el efecto, puedo observar el resultado de mi composición: le he colocado una melodía de opresión que se libera con segundos pero que lastima lo suficiente como para cortar la declamación de mi adversario. El hechizo que he creado es elegante y funciona a la perfección, y por eso, no podría sentirme más orgulloso... Pero no tengo tiempo para celebrar. La batalla acaba de comenzar, y todavía me queda un par de cosas por hacer.
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Labios de sangre
Romance¡¡Destacada por el perfil oficial @WattpadVampirosES ♥!! Eremia encuentra a Stian herido de muerte. Con un poco de su sangre puede salvarle la vida, pero el gesto puede salir bastante caro, especialmente para Stian. A raíz del suceso, ambos verán su...