Capítulo 38

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Viena, 4 de abril de 1922

—También un seis de abril...

Lo digo en voz alta porque la casualidad no deja de parecer curiosa, e incluso me atrevería a decir que nostálgica. Me refiero al fortuito encuentro de dos eventos tan importantes para mi corazón como lo son el aniversario de mi encuentro con Eremia Dalka, y el ascenso de Yngvild Verner como nueva miembro de la Orquesta de Magos.

Estoy sentado en un banco del parque de la ciudad, y aun si no quisiera, las palabras simplemente igual se me escurrirían de los labios a la vez que veo cómo una pareja de cisnes se acicala en el estanque. La primavera está llegando; las flores siguen en botón, guardando sus secretos de manera aun más celosa que yo. Pero por lo menos ellas se tienen entre ellas. Yo, en cambio, estoy solo...

Ya sabía que el acto de entrada para los nuevos miembros de la Orquesta sería el seis de abril, porque, como es costumbre, a todos los magos del Conservatorio nos llegó la notificación. Es una obligación y un deber de nuestra sociedad para con toda la comunidad el mostrar nuestro respeto a los que logran acceder a tan elevado estatus. Pero, aparte de eso, está el hecho de que la última vez que estuve en la sede principal del Conservatorio durante la semana pasada, me encontré con Luzzio... mi viejo hermano de armas, y compañero de defensa.

Estaba exultante de felicidad, pues acababa de recibir la noticia por parte de su maestro. Va a entrar también a la Orquesta. Y si bien lo felicite como exige la tradición, lo cierto del caso es que también lo hice porque me sentía feliz por él.

—Grazie, grazie —contestó alegre; yo estaba estrechándole la mano y dándole un abrazo de medio lado—. Viniendo de alguien cómo tú, significa mucho para mí. Incluso mi maestro me advirtió de no guardar muchas esperanzas...

—No entiendo por qué monsieur Rêvereaux habría dicho algo como eso, pero como sea, lo único que importa es que acabas de probarlo equivocado.

Y aunque Luzzio y yo tengamos nuestras diferencias desde que sucedió lo del ataque a mi escuadrón ya diez años atrás, no puedo mentir y decir que no estaba siendo honesto con él. Realmente demostró ser un virtuoso muy competente en magia arcana y un activo muy valioso para la cámara de defensa.

—Eso no importa cuando tu familia fue una de las primeras en colocar una piedra para construir todo esto —dijo con algo de reproche y vergüenza; yo pude sentirlo... la amargura implícita en sus palabras—. Y ahora que me felicitas, siento que no soy digno de tus palabras. Muchas veces he sentido envidia de ti y de tu posición, Stian. Incluso de tu cercanía con Yngvild...

—Al conservatorio no le importa si mi sangre pertenece a los fundadores, o si, todo lo contrario, mi nombre es ajeno a la historia. La armonía es fuerte en ti, Luzzio, y eso es lo único que importa.

Y entonces, tuve que irme. Había sido suficiente.

No siento ningún tipo de rencor hacia él, y por el contrario, entiendo su miedo a no ser suficiente; esa angustia de no poder llenar los zapatos que te son impuestos.

Y sin darme cuenta, ante ese último pensamiento no me queda más que reír con amargura.

Aunque la armonía une a los magos... seguimos siendo humanos. Y eso se noto en todas las cosas que han cambiado en el Conservatorio durante los últimos años. Todo lo que está sucediendo con los sordos, así como la cada vez más inestable alteración en la armonía causada por los demonios. Y claro, luego está la situación con los silenciosos.

—Gente que nace desconectada de la armonía... completamente vacíos...

Eso nunca se había visto a lo largo de la historia, y era algo impensable hasta hace poco. El director tiene miedo de que la Armonía esté sufriendo, de que se esté debilitando, a que el ruido de los daños colaterales de la última Gran Guerra esté interfiriendo cada vez más con el curso de la naturaleza.

Aún no sabemos qué está pasando en realidad, y por eso... supongo que entiendo por qué me juzgan, por qué me temen. Las patrullas y las cacerías contra las criaturas oscuras han aumentado muchísimo. Incluso un pacifista como Katsurō tuvo que hacer algo al respecto, y es que la cantidad de brotes demoníacos a lo largo y ancho del mundo ha alcanzado niveles inimaginables.

Súcubos, furias, almas rotas, vampiros, ferales... todos asaltan la realidad a diario en cantidades tan grotescas que helarían la sangre de cualquier sordo que lograra, así fuera por accidente, enterarse de la cifra. Y lo más grave es que ello no sólo ha supuesto un incremento de las víctimas, sino también de nuestras bajas, puesto que cada vez hay más enfrentamientos. El Ilustre Director incluso tuvo que imponer el estado de emergencia contra liches y errantes en sectores que cubrían varios países de la Europa balcánica.

Supongo que situaciones extremas requieren medidas extremas, pero... no puedo dejar de pensarlo y preguntarme... ¿En qué punto perderemos tanto el miedo a hacer lo que haga falta para aliviar los males del mundo que dejaremos de ser lo que tanto hemos luchado por ser? Rêvereaux incluso quiere derogar el limitante de edad para poder realizar las pruebas de la Cámara de Defensa.

El director Katsurō se ha negado completamente por los momentos, claro, pero la situación es muy delicada. Yo sólo espero que el mundo pueda hallar una manera de equilibrarse a sí mismo. Y aunque es difícil, y aunque los magos del Conservatorio dedicamos nuestras vidas a tan ardua tarea, sé que lo más probable es que toda la humanidad deba prepararse para una crisis inigualable, de proporciones catastróficas, y que terminará por cambiar el curso de la historia para siempre sin que halla forma de que podamos arreglarlo.

Espero estar equivocado. 




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