Capítulo 63

217 39 15
                                    

Castillo de Čachtice, 22 de mayo de 1927

Este ha sido un viaje repleto de revelaciones increíbles.

De alguna manera, ahora entiendo por qué Eremia ha sido siempre tan celoso de su pasado. Y si bien aún no me lo ha explicado del todo, parece que podremos refugiarnos en un castillo de Europa Central por unas semanas antes de partir a Rumanía, de donde me enteré que mi prometido es originario.

La propiedad pertenece a los Ráthboyak, una poderosa familia real secreta que mueve los hilos tras Miklós Horthy, el actual líder militar del país como su regente oficial. Lo cierto es que por todo lo que he podido atestiguar con mis propios ojos, los Ráthboyak descienden de la misma familia de Erzsébet Báthory de Ecsed.

No sé mucho más del tema, pero me ha intrigado la relación tan cercana de Eremia para con estas personas, a las que, ahora en una nota mucho más personal, puedo acusar tranquilamente de odio indiscriminado contra mi persona. Tan sólo basta que camine a solas por el palacio para sentirme en grave peligro.

Por suerte, Eremia lo sabe también, y no me ha dejado solo ni siquiera en un instante. La dueña del palacio, una sanguinomante que no sale de un ala del castillo a la cual ni siquiera Eremia tiene acceso, nos observa desde la distancia. No sólo lo he sentido, sino que además lo he visto. Justo ayer por la noche, mientras tomaba aire fresco por una de las ventanas de nuestra habitación, observé su silueta lejana en la ventana de una de las torres.

—¿Quiénes son estas personas? —le pregunto a Eremia mientras veo su silueta desnuda sentada en el sillón del cuarto.

Él demora la respuesta, pero finalmente termina por dármela:

—Familiares lejanos. Es lo único que puedo decirte...

Yo asiento. Prefiero respetar su secretismo. Sé que si no es hoy, algún día me lo contará. Quizás cuando no tengamos la preocupación de ser asesinados en cualquier momento.

De pronto, llaman a la puerta. Yo me cubro con una bata de dormir y me asomo por la puerta.

—Disculpe, señor Pražak....

Es una de las criadas.

—Ha llegado correspondencia para el señor Dalka.

—Gracias —digo mientras recibo la carta.

Cuando se la entrego, él la lee y me la devuelve apenas tras un vistazo.

—Es Yngvild...

Y apenas escucho aquello, me tengo que contener para no arrancársela de las manos. Ha pasado un mes desde que le escribí... Un mes sin saber si estaba siquiera con vida.

-

«Mi querido Stian...

Primero que nada, gracias por escribirme. Tanto tus padres como los míos están bien, no tienes que preocuparte por ellos. Rêvereaux no es tan demente como para ir contra las instituciones más importantes del Conservatorio, es decir: las familias fundadoras.

De hecho, más que perseguirnos, ha estado intentando ganarse nuestro apoyo, y la muerte de Luzzio Cannavari le ha valido de mucho para lograrlo. Si antes las cámaras y las sedes estaban divididas, hoy apenas lo están. Lamentablemente hay un consenso para adjudicarte la culpa de lo sucedido, y ni siquiera tu padre ha ejercido mucha resistencia.

No lo culpes. Las cosas están muy complicadas.

Por mi parte, no tienes nada por lo que pedir perdón y yo no tengo nada que perdonarte. No te puedo decir que no me siento mal por el destino final de Luzzio, porque, aún siendo el pupilo de Rêvereaux, seguía siendo uno de nuestros hermanos de magia y armonía. Aun así, sería una hipócrita si no dijera lo que pienso, y lo que pienso es que si bien su muerte es lamentable y debió ser evitada, fue sólo la consecuencia de una lucha que nunca debió emprender.

Labios de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora