Capítulo 29

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Ciudad secreta de Nidaros, 15 de abril de 1917

Está lloviendo. Es de madrugada. Estoy asustado como nunca. Escucho pasos en el pasillo y no puedo evitar pensar que se trata de los agentes de la Cámara de Defensa. Me temo que vengan a detenerme por hemófilo y traidor.

Tengo tantas dudas rondándome la mente que ni siquiera consigo calmarme caminando. Cometí un error al decirle a Yngvild que estaba enamorado de un sanguinomante. Ni siquiera debería haberle dicho que soy homosexual. Quizás así no habría sentido el rostro de Eremia eyectado desde mi cabeza.

No puedo culparla por haberlo descubierto. Nuestro vínculo es extremadamente fuerte, y es verdad que los magos como ella captan señales muy leves y las interpretan muy bien, casi automáticamente; es por ello que incluso usan amuletos para no leerse las mentes. Son cosas inevitables de la magia, no es su culpa, lo sé, pero...

Tampoco puedo mentirme y decir que su reacción no me lastimó. Y esa palabra... «sanguijuela». Una palabra tan monstruosa... ¿La habrá dicho en serio? ¿O sólo estaba tan molesta que ni se dio cuenta de lo que hacía? ¿Acaso le doy asco yo también?

Quiero escapar. Quiero desaparecer e irme a un lugar dónde nadie me encuentre, donde nadie sepa quién soy... Un lugar sin magos, sin Yngvild, sin Conservatorio, sin Aquelarre, sin vampiros, sin Eremia... Un lugar sin problemas y sin corazones rotos.

Lloro. Lloro sin medida. ¿Cómo no hacerlo? Perdí a mi mejor amiga. Perdí a la persona que más he amado, y todo por una imprudencia; todo por haber creído en que la verdad sería más que suficiente para hacerla entender... ¿Acaso puedo culparla? Supongo que yo también rompí su corazón.

Me quedo dormido. Ya es de día, o bueno, de mañana. Apenas pasaron cuatro horas. Me levanto y camino por el apartamento para sacudirme la tristeza. Sigo sintiéndome como si cargara con el peso de un hombre muerto encima.

Estoy destrozado, y si Yngvild me odia como temo que lo hace, buscará acabar conmigo. Ya sabe cómo hacerlo. Solo tiene que decir la verdad sobre mí.

Mientras camino a la cocina, veo algo cerca de la puerta del apartamento. Me acerco. Es un trozo de papel grande, con rastro de gotas de lluvia, arrugado y doblado a la mitad. Dice mi nombre. Es la letra de Yngvild. Tal parece que escribió algo para mí en la calle y se devolvió para colarlo por debajo de la puerta...

-

«Stian...

Antes que nada, debo disculparme. Necesito que entiendas mi reacción, tanto como yo entiendo tu decisión de no poder casarte conmigo. Entiendo tus razones, por lo que te pido que por favor entiendas las mías: entiende que te amo como nunca he amado a nadie y como sé que nunca podré hacerlo con nadie más.

Si no fuera porque hallo difícil la lógica en ello, y porque quizás incluso tú podrías estar en desacuerdo, me atrevería a afirmar que te amo como a un alma gemela. Como sea, no pretendo juzgarte por ser quién eres, y si mi salida de tu apartamento minutos atrás te causó esa impresión, por favor, discúlpame...

Necesito que entiendas que temo por ti.

Sé que jamás podré saber lo que es estar en tus zapatos, pero si he hecho algo que te haya causado preocupación, por favor, entiende que aunque intento entenderte, temo que te hagan daño o que sufras por culpa de la difícil vida que estás decidiendo vivir. Aun así, te amo y siempre te amaré, Stian Pražak. Con toda mi fuerza y con todo mi corazón...

Así que, incluso si no entiendo lo que estás haciendo, lucha, Stian. Lucha por ser feliz a tu manera, y por favor, JAMÁS temas a causa mía. Si hay algo que nunca me perdonaría es ser la causante de tus miedos y de tus preocupaciones. Por eso, te prometo por mi vida que tu secreto estará siempre a salvo conmigo. Si has decidido esconderlo es porque sabes que tienes que hacerlo para estar a salvo.

Si debo renunciar al sueño de ser tu mujer, no quiero renunciar a la felicidad de ser tu amiga. Quiero verte ser feliz, Stian... es por eso que quería casarme contigo en un primer lugar. Y aunque me rompe el corazón el que no podamos estar juntos, el saber que nunca hubieses podido hacerlo de igual modo me produce tranquilidad, porque me hace entender que cada abrazo y cada beso que nos dimos desde que tenemos memoria nació del amor más puro y más tierno en el mundo entero.

Un amor que sólo tú y yo podemos entender, y eso... eso sé que lo entiendes a la perfección.

Mi mejor amigo no solamente es mago y homosexual, sino, además, está enamorado de un vampiro... 

¡Vaya vida que escogiste, Stian!

Sólo quiero que sepas que nunca pienso dejarte solo, y que siempre te apoyaré...

Con amor, Yngvild».




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