Capítulo 25

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Ciudad secreta de Nidaros, 10 de abril de 1917

La confesión de Yngvild me dejo aturdido y mortificado.

¿Cómo podría explicarle lo que está pasando sin hacerle daño?

¿Acaso podría ella entenderlo?

¿Perdonarlo?

No quiero que Yngvild se sienta traicionada, y mucho menos asqueada de mí, pero veo inevitable que alguna de las dos cosas termine sucediendo...

Por suerte y para aliviar el peso de mis pensamientos, he recibido de manos del mensajero privado de Eremia una carta de su parte. La primera después de haber estado juntos, y es esta la primera en la que me escribe de una manera en la que me siento desnudo frente a él:

-

«Stian...

Quiero que sepas que no puedo sacarte de mi cabeza... Ni a ti ni al recuerdo de tu cuerpo entre mis brazos.

Te informo que el fantasma de tus besos es travieso, y al parecer, ha tomado un interés particular en atormentar la calma de mi rutina como un niño impertinente que reclama atención constante.

Desatas en mí sensaciones que creía muertas, y ahora que estás lejos, confieso que me siento sin vida por primera vez en mis años de inmortalidad.

No sé si esto que siento es lo que la gente suele llamar amor, pero tu recuerdo me reconforta y tu aroma entre mis sabanas es como una droga a la que no quiero renunciar.

Ya no me resta más que decir que te extraño, Stian Pražak, te extraño y no me avergüenzo.

Tuyo, Eremia».




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