Corredores Arcanos, 1912
Al verme entrar en la tienda el hombre detrás del mostrador me reconoce y como impulsado por un resorte se pone en pie de un brinco. Noto la sorpresa en su rostro y la desconfianza en su mirada. Seguro pensaba que estaba muerto o algo peor.
—¿S... s-señor Pražak? —pregunta titubeante.
Me mira de pies a cabeza sin disimulo, intrigado, perspicaz y alerta.
Llevo la chaqueta de mi uniforme. Fue lo único que sobrevivió intacto al asalto del nido. De resto, ni mi cuerpo ni mi semblante reflejan signo alguno de batalla o sufrimiento.
Su desconfianza es natural, no lo culpo. Sin embargo, no puedo evitar que aquel gesto de prudencia me irrite. No sé qué contestar, por lo que me limito a decir el código de acceso de forma seca y tajante. El centinela asiente y se dirige enseguida al sótano de la librería, llega hasta la pared del fondo, y toma un artefacto cilíndrico de un estante antes de insertarlo entre los ladrillos rojos de la construcción.
—Quizá no sea de mi incumbencia señor, pero —duda y me mira de reojo.
Como ve que no digo nada, considera seguro seguir hablando y prosigue.
—¿Se encuentra usted bien?
—Tan bien como se podría estar luego de ver a todos tus amigos morir violentamente frente a tus ojos. Ahora, sin embargo, me gustaría llegar lo antes posible a la sede principal del Conservatorio en Nidaros si es tan amable.
No me gustó su pregunta y creo que eso se notó en mi respuesta, porque automáticamente noto cómo el hombre palidece al darse cuenta de la imprudencia que acaba de cometer.
—Por supuesto señor, en seguida. Discúlpeme.
El centinela activa la puerta oculta tras uno de los estantes, y yo, tras cruzarla, caigo en la antesala de los corredores arcanos.
Algo es interesante, y es que estoy de pie en medio del pasillo de entrada, un lugar construido enteramente de piedras lunares, y perfectamente iluminado con lámparas de fuego cósmico. El que esté de pie aquí revela las buenas intenciones de Eremia Dalka, puesto que si me hubiese mentido y me hubiera transformado en un vampiro secretamente, ya todo mi cuerpo habría estallado en llamas, así que al menos tengo una cosa menos de la qué preocuparme...
—¿Hace cuánto que se llevaron los cuerpos? —pregunto al centinela.
—Hace tres días señor...
La respuesta fue inmediata. La sorpresa también.
—Muchas gracias —digo inclinando la cabeza un poco a modo de agradecimiento.
Finalmente, abro la puerta, ahora sí, y doy un paso adentro de los corredores arcanos.
Al otro lado el fuego de las llamas no es azulado, sino morado. Ahora estoy en un pasillo muy elegante de madera tapizada, de paredes revestidas en un papel de motivos sobrios y de un bonito color de perlas. Si no me equivoco, la dirección física de este corredor en particular queda en Chicago, justo bajo una fábrica de botones que pertenece a uno de los miembros más influyentes del Conservatorio en los Estados Unidos.
Siempre me ha parecido curioso que al usar estos corredores tan maravillosos vayamos dando saltos por todo el globo terráqueo con cada puerta que abrimos y cerramos. Cuán fascinante puede llegar a ser el saber que daré doce pasos por el suelo norteamericano para continuar mis pasos tras aquella puerta en suelo neozelandesa, otros tantos más en Argentina, y así hasta poder atar las conexiones entrelazas de entradas y salidas hasta llegar a casa...
O al lugar de mi próxima misión.
Y cuando pienso aquello, no puedo evitar ser asaltado por la imaginación de mi probable velatorio en Nidaros, donde seguro armaré un escándalo con mi presencia.
Todavía no puedo creer lo que está sucediendo. Camino por lo que parece una eternidad a lo largo del pasillo, sin ninguna otra compañía que la de mis pensamientos atribulados. No puedo ni imaginarme el miedo de mis padres al enterarse de mi desaparición.
En mi trabajo una cosa es morir...
Esto es lo normal, y aunque causa tristeza, no sorprende a nadie. Desaparecer, en cambio, tiene otras implicaciones, unas muy terroríficas y mortificantes. No quiero ni imaginarme lo que mi familia o Yngvild deben estar pensando, pero, por suerte, tras siete minutos de caminata, en los que afortunadamente no me he topado con nadie que conozca, he alcanzado la sección de los corredores que da justo a la puerta de mi calle.
Al verme salir del pasillo, Armin, el anciano que siempre hace de centinela, deja escapar una exhalación.
—¡Por todos los cielos, señor Pražak! ¿Es usted?
Yo lo saludo con educación antes de seguir con mi camino, y aunque sé que lo más sensato es reportarme de una misma vez ante la Cámara de Defensa, me dirijo hacia la salida para ir directo hasta el exterior del local, una vieja barbería que usamos de fachada, y ponerme en marcha directo hacia la casa de alguien en particular...
Por el rabillo del ojo veo como el anciano centinela sale corriendo en dirección a las oficinas del bureau, pero no me molesto. Al fin y al cabo, ese es su trabajo... No todos los días ves a un muerto salir por uno de los corredores que transitan a diario decenas de personas, ¿verdad?
Es evidente que la noticia de mi desaparición ya es de dominio público, porque ahora que estoy caminando a plena luz del día no hay persona que no voltee a verme de manera indiscreta, algunas con temor y otras con inquietud. Nidaros está tenuemente iluminado por el sol que a duras penas se filtra por las nubes grises del cielo plomizo típico de abril.
Luego de una caminata de quince minutos, llego a la puerta de un edificio precioso que tiene más de cuarenta años de antigüedad. Aquí es donde vive Yngvild. Ella es la primera a la que tengo que decirle que estoy bien. Una vez más, apenas cruzo el umbral de la puerta, siento cómo las miradas se abalanzaban sobre mí.
Ahora sólo queda una puerta a la que llamar....
Y cuando lo hago, la sorpresa inunda su rostro. Es todo lo que hace falta para que Yngvild se abalance sobre mí y me envuelva entre sus largos brazos. Ahora estoy cubierto de su perfume y de su afecto.
—Sabía que estabas bien —dice en un susurro mientras comienza a llorar sobre mi hombro—. Podía sentirlo... podía sentirlo en mi corazón.
Yo entierro mi rostro en su cuello. Creo que soy tan incapaz de manifestar mi cariño de otra manera tanto como ella.
—Gracias por confiar en mí, Yngvild...
Mi madre, a quien reconozco en la sala de su apartamento, se lleva las manos a la boca para ahogar un grito y comenzar a llorar. Pronto llegarán papá, y Kristian e Yvette, y mi maestro Richard Longwest.
Toca regresar a la vida una vez más...
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Labios de sangre
Romance¡¡Destacada por el perfil oficial @WattpadVampirosES ♥!! Eremia encuentra a Stian herido de muerte. Con un poco de su sangre puede salvarle la vida, pero el gesto puede salir bastante caro, especialmente para Stian. A raíz del suceso, ambos verán su...