Capítulo 26

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Ciudad secreta de Nidaros, 13 de abril de 1917

Leí hace poco en el resumen de un tratado de sanguinomancia que me permitieron leer en la biblioteca del Conservatorio que los vampiros tienen el poder de intensificar las emociones. No me queda la menor duda de que así es, pues la fuerza con la que añoro a Eremia no tiene comparación.

Aun así, sé que Yngvild también siente lo que siente por mí con una fuerza muy poderosa. Lo sé porque la conozco de toda la vida. Sé que se preocupa por mí y que su propuesta es real y sincera, pero también que está amplificada por su tremendo poder mágico.

Las magas del Conservatorio tienen ese algo especial que las hace extraordinariamente sensibles con la armonía e incluso más allá. Es algo que todos admiran a la vez como una gran fuerza y una gran debilidad.

Por lo mismo, incluso si no la conociera, sabría reconocer la verdad resonando en mi corazón en cada una de sus palabras.

Es por eso que me siento tan perdido, por eso no sé qué hacer.

Estoy atrapado entre dos grandes mareas que se empeñan en arrastrarme a la deriva entre lo que quiero y lo que debo.

Amo a Eremia, lo amo con locura, pero también he amado a Yngvild desde siempre, con su mirada fuerte y sus nobles intenciones...

Pero él despierta en mi pasión y caos, aunque que ella sea calma y seguridad en mundo tan oscuro...

Sé no puedo dejar pasar el tiempo. Tengo que escribirles a ambos y poner las cosas en orden. Y para ello primero tengo que poner en orden yo mis propias emociones...

-

«Mi querida Yngvild,

Lamento haber quedado mudo el otro día. Sé que podrás entender que la magnitud de tu propuesta no podría haber causado una reacción diferente por mi parte.

Es poco común, por decir lo menos, que sea la mujer quien tome la iniciativa en lo referente a estos temas, por lo que haré lo mejor posible para aliviar tus posibles angustias. Aunque sorpresiva, tu propuesta me pareció de lo más halagadora. En realidad, fue una de las cosas más maravillosas que me ha pasado en la vida hasta ahora.

Me conmueve que me consideres el compañero ideal para formar una familia y pasar el resto de nuestros días juntos. Para nadie es un secreto lo bien que nos entendemos y lo mucho que nos complementamos, y nadie en su sano juicio podría negar la pureza del amor que sentimos el uno por el otro...

Por eso siempre estaré orgulloso de poder decir que eres mi amiga Yngvild, y que te quiero como si fueras de mi propia sangre, e incluso más de lo que ya quiero mis hermanos y hermanas. Créeme cuando te digo que yo también quiero seguir creciendo junto a ti como cuando éramos niños; sin embargo, no creo que ése sea el tipo de amor que tú buscas, y temo que yo no soy capaz de cambiar la forma en la que te ven mis ojos.

Quiero que sepas que te amo, Yngvild, pero también que mi amor por ti no es el amor que una mujer espera recibir de un hombre... Y ciertamente eso es algo que nunca espero ni querré, ni seré capaz de cambiar. Quizás para estas alturas ya sepas a lo que me refiero...

Con el más sincero cariño,

Stian».




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