Capítulo 36

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Ciudad secreta de Nidaros, 18 de agosto de 1919

Son casi dos años desde la última vez que leí una de sus cartas.

En cambio, estoy leyendo el periódico...

Ha cambiado mucho desde entonces, especialmente en el mundo; diría que eso es más relevante que cualquier cambio que haya ocurrido en mí.

En Rusia ya no hay Rusia y en Europa ya no hay guerra.

En el Conservatorio los académicos siguen estudiando las consecuencias de la Gran Guerra de los Sordos. El miedo ha florecido. La devastación ha sido sin igual, especialmente para la armonía de los años venideros.

La política de nuestra nación secreta se ha sacudido muchísimo con todo esto. Los Cantavellistas se han radicalizado mucho más de lo que normalmente lo hacen, e incluso los tradicionalistas están considerando tomar cartas en el asunto. Los renovadores piensan que, efectivamente, los magos no podemos permitir que algo así vuelva a suceder.

Si bien los acuerdos entre el Instituto Global de Estabilidad (GLINSTAD) y el Conservatorio nos relegaron la función de prevenir las catástrofes de naturaleza mágica y paranormal, casi todas las facciones políticas están solicitando una revisión de los tratados.

Hay magos que quieren impedir que una guerra así vuelva a suceder, y dicen que para que esto sea así somos nosotros quienes debemos integrarnos poco a poco a un sistema de inter-gobernabilidad junto a las naciones y gobiernos públicos del mundo; son los mismos que se hacen llamar integracionistas.

Yngvild cree que están locos, y que algo así nunca podrá suceder, pero ella siempre ha sido muy tradicionalista de todos modos. Mi padre, en cambio, piensa que es una idea interesante. Lo mismo piensa Longwest, mi maestro. Me parece curioso que sean los mayores quienes apoyen la idea y que, en cambio, a los jóvenes nos parezca extraña.

Rêvereaux también se ha hecho muy popular. Es un mago tan carismático como quizás lo fue alguna vez Gotō Katsurō, el actual Ilustre Director. No puedo negar que tiene razón sobre una cosa: el mal se está haciendo cada vez más presente en la vida de todos los humanos, y tenemos que hacer algo al respecto...

Pero, aunque quiero creer en sus palabras, especialmente como me las explicó personalmente hace algún tiempo ya, veo que su mensaje se ha distorsionado mucho con el paso de los años. Ha habido un notable incremento en el rechazo público hacia los vampiros y todo lo relacionado con ellos, y si hay algo que la prensa ha destacado bastante es mi participación en los eventos de hace siete años ya.

«Hemofobia», le dicen.

Es la palabra que le asignaron a una muestra de odio contra alguien... sólo por estar condenado a la inmortalidad.

Hay críticos contra ella y críticos contra los que la critican a ella, esa palabra tan ruidosa y extraña, y que para los sordos y los médicos tiene un significado tan distinto, tan nulo, tan cotidiano y tan normal que no es motivo de preocupación.

Y veo que la sociedad de Nidaros la manifiesta con descuido, con atención a veces, con delicadeza en algunas ocasiones, pero siempre desde una perspectiva cómoda; una que no se pregunta cómo se siente ser la referencia de los periódicos al hablar del tema.

Porque, aunque a nadie le importa ya que nunca pude recuperar el control de mi armonía por completo, que la misión con la que me despedí de Eremia Dalka fue también la misión con la que me despedí de la Cámara de Defensa debido a mi incapacidad para reaccionar y poder defenderme, y que ahora no soy más que un vástago de los Pražak, de clase alta y sin verdaderas angustias gracias a la posibilidad de tantos privilegios que acarrea mi apellido, el punto es que sigo siendo Stian... víctima de la hemofobia, o precursor de tiempos inestables.

Y para ellos, para todos los que hablan de mí en la palestra pública como si mi vida les perteneciera o como si la entendieran, incluso esos que sólo quieren defenderme, no soy más que eso: una causa, una víctima, un enemigo. Ellos no pueden ver mi reflejo en el espejo como lo hago yo, y no podrían hacerlo ni siquiera si estuvieran de pie a mi lado.

Muchas cosas han cambiado sí, a lo largo de los años...

Tantas que es difícil ya llevar la cuenta.




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