Capítulo 16

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Ciudad secreta de Nidaros, 21 de abril de 1913

Está sosteniendo un pesado libro con forro de cuero rojo y hojas amarillas entre sus manos:

—Antes de entregarte esto, Stian —me dice mi maestro con mucha seriedad—. Necesito que me digas cuál es la regla inquebrantable de la armonía.

Yo asiento y respondo:

—Para un virtuoso del Conservatorio está prohibida la manipulación del curso natural de las cosas —recito de memoria automáticamente—. Esto incluye, pero no se limita, al uso de la magia para retrasar la muerte, manipular el cuerpo humano o la sangre, así como regenerar órganos amputados o sentidos como la vista. El tratamiento de heridas graves que no comprometan la vida está permitido, así como la ralentización de la descomposición del tejido con el fin de una futura atención médica inmediata en el caso de que la herida no sea fatal. La magia para la aceleración de la cicatrización de tejido también está prohibida porque somete al organismo a trabajar en contra de los dictámenes del tiempo y la evolución...

No sólo me lo sé de memoria porque a todo mago y maga joven se lo repiten hasta la saciedad desde muy pequeños, sino porque, además, es lo único que no he dejado de escuchar desde que volví de la misión.

Para todos en el Conservatorio es evidente que el vampiro que me salvó quebrantó esta ley sagrada para rescatarme de la muerte. Lo único que no saben es cómo lo hizo exactamente. Y como hasta mi regreso no había ocurrido un caso como el mío, las implicaciones éticas y mágicas nunca habían sido tan cuestionadas objetivamente por algunos y recordadas intransigentemente por otros.

Aunque la indignación no fue lo único que los demás han argumentado contra mi situación, puesto que la sorpresa también ha estado de por medio en todo el debate. La sola idea de que un sanguinomante pueda usar su magia para salvar la vida de alguien va totalmente en contra de los preceptos que se tienen de ellos.

—Muy bien —asiente mi maestro—. Espero que tengas eso en cuenta mientras lees este libro.

Ya sin más, me entrega el tomo. Yo lo recibo impaciente entre mis manos.

—Pero, maestro, este no es el Calix Sanguinis —digo algo atribulado al revisarlo—, este libro es... sobre todos los Doppelkreuze. No sobre la sanguinomancia exclusivamente.

Él sólo aspira humo de su pipa y lo deja escapar con pesadez.

—Stian... sí sabes que ése es el único libro que tienes permitido leer sobre el tema, ¿no? Porque ni siquiera a mí me parece prudente dejarte leer el Calix Sanguinis después de todo lo que ha pasado, y sé que sabes que ese es el tratado básico permitido para cualquier estudiante autorizado a estudiar la sanguinomancia. Ni hablar de los libros en el despacho de la Orquesta. Nadie me va a autorizar un retiro para ti de un libro dedicado exclusivamente al tema...

Tras verme suspirar con resignación, vuelve a hablar:

—De cualquier manera, todo lo que hay en ese grimorio es el resultado de años de enfrentamiento y observación metódica de personas infectadas con la maldición de la porfiria —su voz suena sombría aun si querer—. El Aquelarre es una nación secreta inescrupulosa y degenerada, Stian, pero al igual que nosotros siguen siendo seres con un don mágico, y por lo tanto guardan con mucho recelo todos sus secretos. Así como nosotros tenemos el Grimorio de la Luna, que es el único método efectivo para transitar el camino del hombre lobo, no son mucho los armoniosos de ojos rojos que conocen la forma correcta para convertir a alguien en un vampiro.

—Entiendo...

—Hay cosas que es mejor nunca saber, pero todo lo que tú sí necesitas saber, todo lo que el Conservatorio podría decirte en este momento sobre esas criaturas... está en ese libro entre tus manos.

Labios de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora