Capítulo 32

787 145 44
                                    

Ciudad secreta de Nidaros, 2 de agosto de 1917

Siento que tengo la necesidad de escribir esto en el diario. No sé cómo interpretar lo ocurrió. El asunto es que ayer pasó algo muy extraño...

Jean-Baptiste Rêvereaux, el actual líder de los Cantavellistas, se acercó a mí personalmente para tener una conversación bastante extraña. Dijo que vivimos en tiempos demasiado complicados como para dejar que las cosas sigan su cauce natural, que ése es el principal error de los tradicionalistas, y que la dirección de los cambios propuestos por los renovadores no sólo es innecesaria sino además peligrosa...

Yngvild ha estado ascendiendo mucho en el tablón de méritos, lo que la ha hecho sonar cada vez más como favorita para las próximas vacantes de la Orquesta. Ella, al igual que yo y mi familia, ha apoyado siempre a los Tradicionalistas; casi todos lo hacemos. Pero la Gran Guerra de los Sordos ha alborotado muchísimo las preocupaciones de los Cantavellistas y de todos los magos del Conservatorio en general.

Quiero dejar registro de lo que ocurre: el costo de esta gigantesca guerra ha sido muchísimo mayor de lo que la mayoría de la humanidad se imagina. Los sordos no lo saben, pero las guerras causan muerte y sufrimiento en términos inimaginables, y las guerras grandes, muchísimo más. Se trata de algo que corrompe la Armonía, algo que causa que los errantes proliferen, que los Avernales tengan mucha facilidad para llegar a la Tierra, que a todos los humanos nos embargue y contagie el aura oscura que deja la destrucción a su paso, contaminando la atmósfera de todos...

Entiendo las preocupaciones de Rêvereaux y de los Cantavellistas. Con tantas furias y errantes diseminados por toda Europa a causa de la guerra, y con el incremento masivo de la invasión de demonios del Averno, es natural que tengamos que reaccionar y defender a toda la Humanidad de semejante amenaza tan secreta y oscura. Fue por eso que decidí unirme a la Cámara de Defensa en primer lugar, y por lo mismo que decidí ser un cazador.

El Conservatorio es el único baluarte de la Armonía en el mundo, y eso es algo de lo que los magos nos podemos sentir orgullosos. Cuando los sordos, adoctrinados por los religiosos, decidieron perseguirnos hasta casi exterminarnos durante siglos pasados, fuimos los despiertos de esta institución los que decidimos perdonar y acabar de una vez por todas el ciclo de venganzas y más muerte que quería prolongar el Aquelarre.

Al menos, eso fue lo que Rêvereaux me recordó, y debo confesar que nunca me había tomado el tiempo de analizar sus intenciones, de poner en perspectiva las cosas desde su visión.

Me invitó a acompañarlo a una misión especial que él mismo autorizará para mí desde su oficina de la Élite de la Orquesta. Iremos a las catacumbas de París, donde hay reportes de sanguinomantes intentando establecer una colonia secreta. Me pidió que le diera un día, no más...

Y decidí aceptar por honor a la Cámara de Defensa.

Rêvereaux prometió hacer todo lo posible por alejar la opinión pública negativa de mi persona y de mi caso. Sabe que no pretendo traicionar al Conservatorio, y que es injusto adjudicarme una culpa que no me pertenece.

No puedo negar que es muy elocuente, y que ahora entiendo más el porqué de su popularidad, pero aún no sé si unirme a su bandera. Me sigue pareciendo que es un radical.

Al menos le daré la oportunidad de demostrar la necesidad de sus argumentos.

No le escribiré a Eremia para avisarle de esto, pero sí he decidido escribir estas palabras para mí. Quizás la posteridad me demuestre equivocado, o quizás me demuestre en lo cierto. Sinceramente, estoy confundido. No sé, la verdad, cuál preferiría que sucediera...




¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Labios de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora