Capítulo 23

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Casa de Yngvild, 10 de abril de 1917

Yngvild me saluda con un beso en la mejilla y con un abrazo. Cuando le pregunto a qué se debe la urgencia en su nota no consigo una respuesta clara por su parte. Hay algo inquietante en sus ojos azules y en el rubor de sus mejillas, pero veo más allá de esa claridad, y veo en ella algo de su intuición...

—Hablemos mejor en otro sitio —dice.

Debo reconocer que debe tratarse de algo importante pues está preciosa como nunca. Lleva unos pantalones de cuero que resaltan sus piernas largas, unas botas oscuras de tacón alto trenzadas hasta las rodillas, una blusa blanca ajustada en su sitio por un elegante corsé negro, igual que sus guantes, mientras el cabello rubio, liso y corto le cuelga libre hasta los hombros enmarcando su rostro de facciones cuadradas.

—¿Te parece si salimos a caminar por el jardín? —pregunta con una diplomacia poco común en ella.

El jardín de su casa es un terreno hermoso, muy amplio, que queda en las afueras de la Trondheim pública. Estamos en el bosque que alcanza los límites de la propiedad, mismos que se extienden hasta la rivera de un angosto y poco profundo riachuelo en el que ella y yo solíamos pasar la mayor parte del tiempo en los días calurosos de verano chapoteando agua, y en los días pantanosos de otoño brincando en el lodo como dos puercos salvajes.

El día está soleado, aunque su rostro sigue ensombrecido y a la expectativa por alguna razón; lo bueno es que sonríe, y cuando lo hace, lo hace de verdad, con emoción.

—¿Dónde estabas Stian? —comenta un poco preocupada.

—¿Mi madre no te hizo llegar la nota que te dejé con ella? —ella asiente; era una nota que decía que me encontraba en Italia, en el norte, bordeando el Frente Italiano con prudencia suficiente—. Entonces sabes perfectamente donde estaba.

—Te veo diferente —suelta ella de repente y yo siento que la sangre se me acumula en el rostro.

—El sol en Italia es distinto al de nosotros por acá en el norte. A lo mejor por eso me ves diferente...

Yngvild se detiene de golpe para enfrentarme y siento como sus ojos azules escrutan mi rostro con experticia. Está sonrojada como nunca lo ha estado, y si no fuera porque encuentro su belleza más platónica que cualquier otra cosa, podría incluso decir que es la mujer más bella que he visto en mi vida. Sus ojos se ven tan hermosos que me conmueve...

—Cásate conmigo, Stian —dice sin poder ocultar una sonrisa entre la espera de una respuesta; lo dijo así, sin más, casi con pasión desmedida.

Estoy estupefacto, mudo. Cuando me demoro en responder, ella vuelve a insistir...

—Quiero que te cases conmigo... y que entre los dos formemos una familia en la que nunca falte el cariño

Yngvild me toma de las manos sin dejar de sonreír algo temerosa, contenida.

—¿Acaso no te parece que es lo más apropiado a estas alturas? Hemos sido mejores amigos desde siempre, y si somos inteligentes, podremos sacar provecho de la unión de dos familias tan importantes para el Conservatorio como las nuestras. Además... Stian, dejando el protocolo de lado, ya sabes que te amo. Nunca he conocido a un hombre tan maravilloso como tú, y tengo la fortuna de poder decir que siempre hemos estado juntos, incluso desde que nací. Incluso entonces tú estuviste ahí... Créeme cuando te digo que quiero que así pase el resto de mi vida.

Yo estoy sin palabras. No puedo decir que no me conmueve la situación, pero tampoco puedo decir que me gustaría estar en este momento en este preciso lugar ante esta incómoda situación. Yo también amo a Yngvild como a nadie más, y las ganas de estar a su lado son casi tan fuertes como las que siento en este momento por estar cerca de Eremia Dalka, pero, por más que lo intente, no puedo articular palabra...

Yngvild me abraza y acaricia sutilmente el mentón, viéndome fijamente a los ojos. En este momento noto la relevancia de su altura tan encantadora: 1,91 cm, unos pocos centímetros más alta que yo, justo en el momento en que me levanta el rostro para observarme con detalle. Es preciosa, lo es, y es elegante y fuerte como ninguna otra mujer que conozca, pero, por más que lo intente, por más que lo intento de verdad... Estoy sin palabras ante mi mejor amiga.

—Prometo que siempre te haré inmensamente feliz —dice.

Pero Yngvild no sabe que eso sería imposible en nuestro caso... Por más que lo intentáramos con locura y desesperación.




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