Capítulo 30

262 53 10
                                    

Ciudad secreta de Nidaros, 1 de agosto de 1917

Estoy sólo en un cubículo de la clínica mientras espero por mi chequeo de rutina. De pronto alguien toca a la puerta y se asoma con discreción.

—¿Puedo entrar? —pregunta con su voz gruesa y seca pero con algo de acento francés.

Yo lo reconozco de inmediato, con su calvicie y su bigote de campana.

—Maestre Rêvereaux, por supuesto —digo confundido.

Él entra impregnando la pequeña estancia con el aroma de su colonia.

—¿Estás bien? Te estaba buscando, y cuando me dijeron que estabas acá me preocupé un poco —comenta mientras se sienta en la silla frente a la camilla.

—Sí, no se preocupe —lo tranquilizo restándole importancia—. Es sólo un chequeo de rutina.

—Me alegro, Stian, me alegro mucho.

Yo me le quedo viendo sorprendido.

—Disculpe si soy algo inoportuno, pero ¿para qué estaba buscándome? —pregunto con educación.

—Para disculparme contigo —dice sin más.

—¿Para...? —no entiendo nada de lo que dice—. Pero... ¿por qué querría usted disculparse conmigo?

—Porque siento que te lo debo —admite con simpleza—. Siento que te debo unas disculpas después de todo el escándalo que se ha armado, y después de los rumores que se han corrido de ti por el Conservatorio, y que probablemente se hayan visto alimentados por alguna palabra que yo haya dicho y que las personas no hayan sabido entender.

Cuando ve que sigo sin comprenderlo se levanta y me sostiene la mirada.

—No te voy a mentir, Stian... no a ti —dice con sinceridad en la voz y en la mirada—. La primera vez que llegaste, o bueno, que reapareciste después del incidente, yo no fui uno de los que estuvo del todo de acuerdo con tu readmisión dentro del Conservatorio, pero no por las razones que puedes creer, o por las que todos piensan.

—Entonces... ¿cuáles fueron sus razones?

Él asiente y me ve con seriedad y pena.

—Si me opuse a que regresaras fue porque creí que eso era lo correcto —explica—. Tú acababas de admitir que habías ingerido sangre infectada con el virus de la porfiria, y aún si lo hubieras negado, como cualquier mago desesperado lo habría hecho, las pruebas lo habrían arrojado, pero igual fuiste muy valiente en admitirlo. Por cierto, me parece fantástico el trabajo que estás intentando hacer en la Cámara de Defensa a pesar tu condicionamiento actual. Sin embargo, como te decía, aunque eso demostró la nobleza de tu espíritu, al momento de tu regreso seguías siendo un potencial peligro para nosotros, Stian. Una armonía corrupta puede ser muy dañina y tóxica. Yo lo he visto con mis propios ojos, y he perdido amigos muy importantes para mí por culpa de descuidos, y es por eso que siempre he querido ser parte de la solución a todos estos males, como el vampirismo, y la proliferación de errantes, y la presencia de almas rotas en los caminos, etc. Por eso estoy aquí.

—No lo entiendo, señor, yo...

—Stian —dice mi nombre y coloca una de sus manos en mi hombro—. Por mi culpa tu vida se ha complicado más de la cuenta, y has sido victima de un rechazo que no te mereces. Incluso fuiste atacado por unos criminales descarados por culpa de un mal entendido con mis acciones y mis palabras. Así que he decidido tomar el asunto con la seriedad que se merece, y por eso, vengo a invitarte personalmente a que te unas a mí y a un escuadrón especial de caza para darle emboscar un nido de vampiros en París.

—¿Cómo dice? —exclamo sorprendido.

—Así como lo acabas de escuchar, Stian —dice el apretando mi pierna con afecto—. Si te unes a mí en esta misión, las personas no tendrán otra opción más que tragarse sus palabras, y les estaremos demostrando que tú, al igual que ellos, perteneces a este lugar. Podrás dejar en evidencia que efectivamente, fuiste tú quien regresó de Lituania aquel fatídico día, y que nada de lo que ha sucedido ha afectado tus valores y tus convicciones de hacer el bien por el mundo y por la humanidad. Podrás demostrar que esta también es tu casa y que sigues dispuesto a protegerla incluso a costa de tu propia vida... ¿o me equivoco?

—No, por supuesto que no se equivoca...

—Entonces, allí lo tienes, todo decidido —dice triunfal—. Serás mi invitado de honor durante mi próxima expedición de caza. Ya vas a ver lo bien que se siente hacer lo correcto por todos, lo bien que se siente formar parte del bien común y ser uno más de la solución...




¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Labios de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora