Capítulo 33

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En un cerrar de ojos, Samuel agarra Andrea más fuerte y la empuja para debajo de su coche, protegiéndolos de los disparos. Cuando por fin pensó que había parado, el tipo con pasamontañas volvió a dispararles, fueron largos minutos de angustia y desesperación. Samuel escuchaba los sollozos de Andrea que se aferraba a su brazo derecho, su brujita estaba temblando. Otra vez se hizo silencio y se quedaron parados esperando un nuevo ataque, pero de esa vez fue diferente, unos minutos después, escucharon las voces de otras personas que se acercaban para ver lo que había pasado. Con mucho cuidado Samuel inclinó la cabeza a un lado y pudo reconocer al mesero que los atendió en la cena.

Andrea: Samuel, no te vayas de aquí, es peligroso... - Dijo llorando, apretando su mano. Samuel volteó la cabeza para mirarla. Andrea se veía muy nerviosa.

Samuel: Tranquila, yo creo que lo peor ya pasó, son los empleados del restaurante... Andea, tengo que llevarte al médico... - Dijo mirándola a los ojos, estaban tumbados lado a lado, tomados de las manos.

Andrea: Estoy bien... Gracias a ti... Una vez más me salvaste la vida. - Susurró, con voz temblorosa, Samuel apoyó su frente a la de ella, rozando sus labios con los suyos, besándola con suavidad.

Samuel: No voy a dejar que nadie te haga daño... Si te hubieras lastimado me tendrían que matar. - Susurró en sus labios.

Andrea: No... No digas eso, por favor. - Susurró, mirándolo a los ojos. Iban a besarse cuando una voz interrumpió el momento.

XXX: ¿Hay alguien aquí? La policía ya está a camino. - Dijo el hombre.

Samuel: Vámonos brujita... Te ayudo a salir de aquí. - Dijo mirándola.

Andrea: ¿Y si es una trampa? - Preguntó dudosa.

Samuel: No lo es, créeme. Reconocí al mesero que nos atendió. - Dijo tranquilizándola.

Samuel ayudó Andrea a salir del lugar donde estaban escondidos, algunos empleados del restaurante se acercaron hacia ellos, se veían asombrados por el hecho de que escaparon de la muerte debido a la brutalidad del ataque, ya que el coche de Samuel se quedó tachonado de balas.

Andrea se alarmó cuando sus ojos se fijaron en la sangre que empapaba la camisa blanca de Samuel, en una parte de su brazo izquierdo y también en su espalda. Por la adrenalina, él no sintió nada en la hora, pero los vidrios de las ventanillas habían lastimado su piel, superficialmente.

Andrea: Dios mío... ¡Estás herido! - Dijo angustiada.

Samuel: Esto no es nada, no te preocupes. - Dijo calmado, abrazándola de costado y besando su mejilla.

Andrea: Samuel, tienes sangre por toda la camisa, ¿Cómo no me voy a preocupar? - Dijo nerviosa, con la mirada fija en la sangre de su camisa.

Samuel: Es superficial, brujita. Estoy bien, créeme. No me duele nada... - Dijo acariciando su barbilla con la yema de sus dedos, haciéndola mirarlo a los ojos.

Andrea: Pensé que te habían disparado... - Dijo con los ojos aguados y se aferró a sus brazos. Samuel la abrazó más fuerte.

Samuel: Ey... Tranquila, no pasó nada, estoy bien... - Volvió a decir, mientras acariciaba su espalda suavemente. - Estamos bien, eso es lo único que importa. - Dijo apartándose un poco solo para mirarla a los ojos con intensidad. Samuel atrapó su rostro entre sus manos, acariciando sus mejillas con sus pulgares. - Pero confieso que tuve mucho miedo cuando escuché los disparos, sólo pensaba en ti, en protegerte... - Susurró, con la mirada fija en sus hermosos ojos color café. Andrea sonrió enternecida y unió sus labios con los suyos en un beso dulce y lento, se estaban besando cuando la policía llegaba al estacionamiento del restaurante, junto a los oficiales estaba el Capitán Néstor Fernández.

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