Capítulo 18 (2/3)

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Samuel había ido a su departamento, se dio una ducha y cambió su ropa. Él no dejaba de pensar en Andrea y en todo lo que había pasado esta noche. Estaba seguro que después del momento que compartieron en el despacho, donde él aclaró lo que en realidad había pasado en su noche loca y que la hizo conocer sus verdaderos sentimientos hacia ella, las cosas entre ellos iban a cambiar. Sintió mucho miedo cuando la vio casi muerta en la alberca, nunca la había visto tan frágil e indefensa, tenía ganas de protegerla, de cuidarla, de estar con ella y de hacerla feliz. Jamás en su vida había sentido un amor así tan fuerte. Andrea era lo más importante que tenía y él no la iba a perder. No iba a dejar que se apartara de él, o que intentase huir de lo que estaba sintiendo, sabía que ella tenía miedo, pero le demostraría con hechos la plenitud de este sentimiento que los unía, la haría conocer lo que era el verdadero amor, por primera vez.

Samuel recogió las llaves de su coche, puso su chaqueta y se fue hacia el hospital, necesitaba verla y asegurarse de que Andrea estaba bien.

En el hospital

Ernesto ya había descubierto quién de la familia Del Junco había ingresado al hospital. Estaba molesto por no haber logrado sacar mayores informaciones de su estado de salud. Sacó su teléfono y llamó a Leonardo.

Leonardo: ¿Ya se murió el viejo? – Preguntó burlándose.

Ernesto: No... Quién está ingresada es la perra esa. – Dijo enojado.

Leonardo: ¡Ay, no que aburrido! Aún no es el momento de que se muera esa perra rabiosa. – Dijo.

Ernesto:  Pues, ojalá que se muera... ¡La odio! Esa perra desgraciada me la debe. – Decía cuando se chocó con alguien.

Samuel: Disculpe no lo vi, estaba distraído. – Dijo disculpándose. Samuel estaba en el pasillo del hospital, caminaba apresurado buscando a sus hermanos con la mirada, cuando se chocó con un hombre, le pareció muy rara la forma como actuó. Ernesto lo miró directamente a los ojos, su mirada estaba cargada de odio. No le dijo nada solo siguió caminando.

Leonardo: Te estoy hablando, imbécil. – Dijo llamando su atención en la otra línea.

Ernesto: Me acabo de chocar con el otro Gallardo. – Dijo.

Leonardo: ¿Quién? – Preguntó.

Ernesto: El abogado... Ese que anda detrás de la maldita perra. Seguro vino por ella. – Dijo con desprecio.

Leonardo: ¿Samuelito Gallardo está detrás de Andreíta? Pero yo pensé que solo se llevaban por los negocios. – Dijo.

Ernesto: El tipo quiere hacer mucho más que eso. Se nota el interés... - Dijo.

Leonardo: Vaya, no le puedo echar la culpar, esta perra es una perdición, esta muy buena la condenada. Hasta tengo ganas de divertirme un poco con ella antes de mandarla para el otro lado junto a su papito. – Dijo riéndose. – Sabes que me gusta tomar a las hembras a la fuerza. Lo hice con mi ex esposa y ella nunca lo supo. Ella estaba tan borracha que no me puso resistencia. La hice mía, mucho antes de conocerme como su futuro esposo. La tonta de su madrecita la puso en las manos de su violador. – Dijo divertido.

Ernesto: Lo único que quiero es verla muerta. – Dijo cerrando los puños.

Leonardo: Eres muy aburrido. Pero esa información puede ser útil... Si Andreíta está enamorada de ese Gallardo, podemos darle un susto a ese abogadito también. – Dijo divertido. – Mira que ridículo, las tres hermanitas y los tres hermanitos... Juntitos y enamorados. – Dijo riéndose a carcajadas. – ¿Oye, el abogadito Gallardo vio tu cara? - Preguntó.

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