Dos jóvenes totalmente distintos. Shieda Kayn el portador de un Darkin llamado y Rhaast y Zoe el aspecto del crepúsculo se encontrarán en Ionia, un país de Runaterra.
Donde la joven maga deberá pagar por la negligencia de su actitud, ya que se negó...
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Observé la casa desde la lejanía, mientras protegía mano izquierda del frío entrelazandolo con los dedos de Kayn.
"Una casa a las afueras norte, con un gran señor que solo va a comprar alimento a Arbión cuando es estrictamente necesario-..." Empecé diciendo mientras recordaba todos los detalles que me habían compartido los ancianos de la ciudad que veían en su aburrimiento las costumbres de todo aquel que pisara sus calles."
"-y con una gran cicatriz su rostro." Remató Kamila, observándome con una mezcla extraña de emociones.
Noté como Kayn tragaba saliva, y apretó algo más fuerte la mano que me ofrecía para protegerme del gélido viento.
Al menos... Uno de los brazos.
Nunca le había visto tan herido... Porqué solo quiere darme sustos de muerte?! Me dije mientras recordaba por momentos el brazo roto, las heridas que mostraban casi el hueso y todos sus moratones.
Un hombre de oro...
Agité mi cabeza y empecé a caminar hacia la casa, empujando al trenzudo de la mano.
"Z-zoe! Espera! No sabemos quién está ahí...!" Trató de excusarse el guerrero.
Guardé silencio. Ambos sabemos quién espera del otro lado de esa puerta.
Kamila nos siguió sin ganas y con algo de miedo, pero en ningún momento se quejó. Parecía entender que Kayn necesitaba ir a hablar con ese extraño por lo que... Nos acompañaba sin dudarlo.
Sin pensarlo mucho, extendí mi mano e hice ruido en la puerta repetidamente, hasta que empecé a escuchar a alguien caminar hacia ello del otro lado.
"Porqué tan tenso Kayn? Me estás aburriendo con esta costumbre de princesita." Se quejó Rhaast antes de reírse un poco en la espalda del medio Darkin.
Lo llevaba atado, y rodeado por una sábana blanquecina que parecía adoptar el tono rojizo de lo que escondía. Transformándose en un... Rosado.
De pronto, varios sonidos de cerraduras empezaron a sonar al mismo tiempo. Podía escuchar los grilletes de acero y los complejos espacios de madera que tapaban la puerta por dentro.
Hasta que finalmente, la puerta se abrió.
Detrás estaban los ojos con alegría de alguien triste y deprimido. Una sensación de soledad se alcanzó a ver através de su sonrisa, y su pelo negro que casi no tenía canas se había vuelto ligeramente grisáceo.
"K-knuckle...?" Dijo Kayn con un hilo de voz.
El gran señor de la guerra se giró y caminó hacia dentro de la casa. "Acompáñame, por favor..."
No tardamos mucho en entrar al lugar. Su casa estaba mal iluminada, y desorganizada. Llena de papeles garabateados en el suelo y cientos de cartas a medio escribir se cernían sobre una mesa cercana a la chimenea.
