Dos jóvenes totalmente distintos. Shieda Kayn el portador de un Darkin llamado y Rhaast y Zoe el aspecto del crepúsculo se encontrarán en Ionia, un país de Runaterra.
Donde la joven maga deberá pagar por la negligencia de su actitud, ya que se negó...
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"... Parecía que fuera ayer... Cuando caminabamos juntos por la nieve, a altas horas de la madrugada!" Dijo de repente Kastor, rompiendo el silencio sepulcral del hallazgo.
Sus palabras me sacaron de mis pensamientos obligándome a atenderle a una frase que ni siquiera había escuchado con atención.
"... Yup...?"
"Espera usaste tono de pregunta?" Cuestionó el joven albino con una mirada extrañada.
"Ehh lo que sea! No te das cuenta de lo cerca que estamos de encontrar al culpable? Centrémonos!" Le respondí mientras observaba el mapa de la zona de Arbión, buscando el criminal de ojos verdes...
Habían pasado ya varios años desde aquella conversación con Konrad. Ya había llovido desde aquella pequeña cita en el techo de la casa de Kastor, donde vimos las estrellas...
Estaba cerca de cumplir mis deseados 16 años, y poder cumplir el último deseo de mi padre. Pero había algo que aún faltaba...
El culpable.
Yo atraparé al culpable de su muerte. Para vengarle, y que pueda descansar en paz y libertad.
Estábamos cerca de la mano de gigante, si seguíamos el camino llegaríamos al Zafiro... Pero ese no era nuestro objetivo. Aún no.
"La última vez que lo vieron fue rondando el cruce, nada más cometer el ase-...!"
"Lo sé, Kastor... Y sé que empezarás a decir que es una perdida de tiempo estar aquí." Le corté antes de que acabara de hablar, mientras guardaba el mapa y la botella de agua de la que bebía en mi mochila. "... Pero el culpable parecía ser inexperto por lo que dijeron los guerreros que investigaban el caso, por lo que debió de improvisar. Por ende seguramente cometió más errores y con las prisas debió de caer algo suyo con las prisas y el shock!"
Kastor me observó unos segundos, y sabía que era lo que opinaba. Han pasado años... Es imposible que haya algo...
Pero. Si acaso lo había. Si acaso quedaba algo... Lo seguiría hasta encontrar al culpable, para dejar descansar a mi padre.
Kastor no lo sabía, no quería preocuparlo... Pero por acto reflejo, apreté la pequeña daga que traía conmigo en mi cadera, sintiendo más allá del cuero que cubría el frío filo de acero, afilado para terminar con la vida de un asesino y ladrón...
Sin darme cuenta, pasó cerca un niño pequeño de sonrisa inocente con paso alegre. Tarareaba una canción y corría dando pequeños saltitos con una cesta de paja en mano. No tenía nada especial... Salvo un detalle.
Dos pupilas esmeraldas decoraban sus ojos, mostrando su brillante verdor através de la nieve.
