Dos jóvenes totalmente distintos. Shieda Kayn el portador de un Darkin llamado y Rhaast y Zoe el aspecto del crepúsculo se encontrarán en Ionia, un país de Runaterra.
Donde la joven maga deberá pagar por la negligencia de su actitud, ya que se negó...
La sangre manchaba todo el suelo, cubierto de barro que ahora adoptaba un color angustiante. El líquido carmesí teñía de manera lúgubre todo el suelo, mi ropa, y las plantas cercanas del silencioso bosque.
Era la escena de una masacre.
"Una masacre que tú provocaste, Kayn... Tú... Y yo!" Rugió mi más odiada arma.
"Cállate!" Respondí.
"Oblígame." Me retó Rhaast.
Empuñé con fuerza a Rhaast, intentando controlar mi ira. Como te odio! Me grité a mí mismo, apretando los dientes.
Pensé por un momento en golpearlo contra una roca.
"Eso no funcionará!" Respondió a mi pensamiento Rhaast.
Cuando... De pronto...
Un sollozo que provenía de algún lugar detrás de mí interrumpió nuestra conversación.
"Ayuda-! Por favor...!" Rogó uno de los Noxianos supervivientes, con una gran herida que cortaba desde su hombro hasta su muslo.
Me paré a observar detenidamente al hombre que suplicaba por ayuda en el suelo, apoyando su cabeza en un árbol detrás de él.
"Por favor! Tengo familia!" Pidió el Noxiano.
Algo despertó dentro de mí... Una arcada.
Miré una vez más al corpulento ser. Tenía una cicatriz que iba desde su oreja izquierda a la derecha, pasando por su nariz. Además de un ojo de color marrón, y otro azul.
"Mostrarás piedad?" Preguntaron al unísono Rhaast en mi cabeza y el General Treck al aire.
Un general conocido por ser el más despiadado de los últimos años, repleto de cicatrices que mostraban su crueldad. Un estratega que amaba participar en primera línea cada vez que había una batalla para matar el mismo a sus enemigos.
Yo sonreí ante la nueva idea que había nacido en mi cabeza.
Alcé a Rhaast sobre la cabeza del general Noxiano Treck. Tomé una bocanada de aire y respondí...
"Ni un poco!"
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