Ser mejor amiga de Scorpius Malfoy fue de las mejores cosas que le pasó en la vida.
Conocer a su padre fue su perdición.
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Fecha de publicación: 17/09/2021
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𝓔 | ESME STANFORD
Acabábamos de salir de nuestro exámen de Aritmancia, y Rose y yo no podíamos más con la vida.
Había sido nuestra última clase, y sabía que ahora me tocaba detención con el señor Malfoy.
—Agradece que te tocó con él, Esme. Hagrid hace limpiar las popós de sus animales.—Arrugó su nariz.
Y tenía razón, cualquier cosa era mejor que tener detención con Hagrid. Una vez, Albus y yo estuvimos toda la tarde limpiando excrementos de hipogrifos. Fue asqueroso.
Hagrid era un hombre bueno, y dentro de todo, nos llevábamos bien, pero si había algo que odiaba, era las criaturas mágicas.
Apenas aguantaba a mi gato; el cuál desaparecía todo el día en el castillo. Lo veía dos veces a la semana, normalmente; pero sabía que se cuidaba solo.
No era una persona apegada a los animales, y claramente mi propia mascota no era la excepción.
—Estoy segura de que me odia. ¿Qué le hice?—Me quejé.
Rose me acompañó hasta las escaleras que daban al aula de Defensa Contra Las Artes Oscuras. Nos detuvimos, y ella me dio un pequeño beso en la mejilla antes de despedirse.
—¿Sabes? Temo más por la vida de él que por la tuya. No dejes a Scorpius sin papá, porfavor.—Se burló. Yo simplemente bufé, antes de pisar el primer escalón.
—Si llega a pasar algo, espero que me visites seguido en Azkabán. No me hago cargo de lo que haga si me sigue provocando como lo hace.
Ella simplemente negó con la cabeza sonriendo, mientras agitaba su mano en forma de despedida. Yo hice lo mismo, forzando una sonrisa antes de comenzar a subir las escaleras por completo.
Comencé a pensar en todas las maneras en las que él iba a torturarme en la detención. Estaba segura que iba a aprovechar la oportunidad para terminar de arruinar lo que iba del día.
Llegué hasta la gran puerta de madera, y la abrí. El salón estaba completamente vacío.
Comencé a caminar entre las mesas, hasta llegar al escritorio del profesor. Por un momento, creí que quizás se había olvidado de que tenía una detención que atender - pero mis esperanzas se esfumaron cuando la puerta de la oficina que quedaba más arriba se abrió.
—Señorita Stanford, llega temprano.—Alzó una ceja hacia mí.
—Mientras antes termine con eso, mejor.—Respondí, cruzándome de brazos y manteniendo una expresión seria en mi rostro.
—Lamento decirle que la detención durará hasta la hora que yo diga. No crea que su mal comportamiento va a pasar por alto.
Bufé, quitándome mi bolso de mi hombro y dejándolo sobre la mesa con un fuerte golpe.
