Ser mejor amiga de Scorpius Malfoy fue de las mejores cosas que le pasó en la vida.
Conocer a su padre fue su perdición.
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Fecha de publicación: 17/09/2021
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𝓔 | ESME STANFORD
Me sentí desorientada los primeros segundos, pero no me tomó más de un momento darme cuenta dónde estaba.
Sonreí al sentir un brazo rodeando mi cintura desnuda por debajo de las sábanas, y mordí mi labio al recordar el por qué me encontraba desnuda en una cama ajena, en primer lugar.
Me giré con cuidado, sintiendo un pequeño peso a mi lado. Agate estaba durmiendo al otro lado de mi cuerpo completamente acurrucado, lo cual me causó ternura.
El brazo de Draco no se movió en absoluto de mi cuerpo mientras me giraba para quedar frente a él, lo cuál me dio el placer de poder besarlo en un intento de despertarlo.
Rodeé su torso con mis brazos, dejando pequeños besos por su pecho y subiendo hasta su mandíbula. Lo escuché gruñir mientras sus manos apretaban mis caderas para apegarme aún más a él.
—Esme... —susurró— Muy temprano.
—No, ya tenemos que ir a desayunar —reí, mirando el reloj en su pared y vi que casi eran las nueve de la mañana.
Según mis cálculos, no alcanzaría a desayunar.
—¿Qué hora es? —su voz ronca causó un cosquilleo en mi espalda.
Lo vi bostezar sin abrir sus ojos, mientras llevaba su antebrazo a cubrir su rostro para evitar que la luz estorbara su sueño.
—Casi las nueve.
—Muy temprano, insisto —repitió, finalmente abriendo sus ojos y pestañeando un par de veces para adecuarse al sol que entraba por la ventana.
Me acomodé encima de él, con ambas manos sobre su pecho y apoyando mi mentón sobre él. Giré un poco mi rostro, hasta que mi mejilla quedó pegada por completo a su piel desnuda.
Cerré los ojos cuando su mano subió por mi espalda, rasguñándola suavemente hasta llegar a mi nuca. Comenzó a dar pequeñas caricias sobre ella, ganándose una sonrisa de mi parte.
—Buenos días, amor —murmuró—, ¿cómo dormiste?
Abrí mis ojos nuevamente, encontrándome con su mirada puesta sobre mí. Bostecé tal como él había hecho momentos antes para luego responder.
—Siempre duermo bien contigo —confesé, sin dejar de mirarlo—, ¿y tú?
—Sólo te diré que contigo no es necesario lanzar el hechizo que mantiene calientes las sábanas.
Sonrió de lado, haciendo un repentino movimiento que me dejó justo por debajo de él. Se posicionó entre mis piernas, apoyando sus codos a cada lado de mi cuerpo para no aplastarme por completo; aunque no pareciera preocuparle estando en otras circunstancias.
