Ser mejor amiga de Scorpius Malfoy fue de las mejores cosas que le pasó en la vida.
Conocer a su padre fue su perdición.
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Fecha de publicación: 17/09/2021
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𝓔 | ESME STANFORD
—Bueno, aquí es —mi mamá murmuró a mi lado, mientras ambas mirábamos con atención la casa frente a la que se había estacionado.
—Supongo que no pasarás a saludar —bromeé un poco, ahora realmente queriendo irme de ahí.
La casa de mis abuelos paternos no me traía los mejores recuerdos, eso era clarísimo.
—Todo va a estar bien, sólo intenta ignorar cualquier cosa que te diga, ¿sí? —me acarició el cabello suavemente, intentando subirme el ánimo.
—¿Entonces me forzaste a venir sólo para ignorarlo? —alcé una ceja hacia ella, sin la mínima intención de bajarme del auto.
La vi suspirar, pero no se veía molesta.
—Esme, de verdad quiero que conozcas a tu hermana. Aunque sea una vez, ¿sí? —hizo una pausa, mirando hacia enfrente—. Aunque eres mayor, no te puedo obligar. Si me dices que nos vayamos, nos vamos.
Entrecerré mis ojos hacia ella, sabiendo que estaba usando su psicología inversa. Y joder, siempre funcionaba.
—Eso no es justo —me quejé, apoyando mi cabeza sobre su hombro.
—Las mamás siempre ganan, mi niña —soltó una pequeña risa.
Me enderecé nuevamente sobre el asiento, soltando otra profunda respiración, agarrando mi bolso sobre mi regazo y saliéndome del auto. Caminé hacia el portamaletas donde estaba mi equipaje, y caminé rápidamente hacia el lado del auto de mi mamá. Ella ya tenía su ventana abierta, por lo que sólo tuve que inclinarme un poco para dejar un pequeño beso en su mejilla.
—Nos veremos pronto, ¿sí? —murmuró contra mi cuello, a lo que yo asentí.
—Lo sé, mamá. Que tengas un buen año nuevo —me separé de ella, agarrando con fuerza la maleta en mi mano.
—Mándale saludos a los Malfoy de mi parte, ¿sí? Y si ves a los Potter, también —murmuró, ahora volviendo a abrocharse su cinturón de seguridad—. Y si pasa cualquier cosa, sabes como regresar a casa.
—Sí, mamá. Gracias, te amo —moví mi mano, despidiéndome de ella mientras arrancaba el auto y se iba, dejándome en la acera frente a la casa de mis abuelos paternos.
Miré nuevamente el lugar; las luces estaban encendidas, y habían dos autos estacionados afuera. Agradecí internamente que no estuviera toda la familia, porque si apenas soportaba a mis abuelos; con mis primos era peor.
Aunque tenía una prima que me caía bien, pero había dejado de ir a las juntas familiares porque se hartó de todos.
Entendible.
Caminé lentamente hacia la puerta. Las cortinas estaban cerradas, pero la puerta estaba adornada con un muérdago circular, y una caricatura de la familia.
