𝓬. 072

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【 𝓐. 072

𝓓 | DRACO MALFOY

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𝓓 | DRACO MALFOY

Le había mandado la carta hace ya dos días, pero aún no recibía respuesta alguna. No había tenido noticias de Scorpius, pero según lo que me había contado Luna, lo había escuchado hablar por teléfono con algunos de sus amigos.

¿Había hablado con Esme?

Mil preguntas pasaban por mi cabeza, y el hecho de que llevaba durmiendo una hora diaria desde hace varios días no ayudaba en absoluto.

Miré el reloj en la pared de mi oficina, y me di cuenta de que ni siquiera sabía porqué estaba allí de todos modos. Tenía un par de pergaminos desparramados encima de mi mesa, pero no hacía absolutamente nada con ellos.

Rufus estaba como de costumbre durmiendo en uno de los sillones pegados a la pared, y no tardé en preguntarme cómo estaba Agate.

Sólo esperaba que Esme estuviera cuidando bien de él.

El almuerzo había pasado hace un par de horas, pero ni me había molestado en preparar alguna cosa. No tenía ganas, y además, dudaba que hubiera algo para comer en la cocina de todos modos.

Fruncí el ceño cuando la puerta de mi oficina comenzó a abrirse, pero relajé mi expresión al ver la figura de mi madre asomarse en ella con una sonrisa.

—Hijo —sonrió, dando un paso dentro mientras la mirada con atención.

—Hola —respondí—, no creí que vendrías hoy —confesé, arreglando un poco mi cabello y levantándome de mi silla.

—No iba a venir, de hecho —explicó—, pero era importante.

Di unos pasos hacia ella, ahora algo extrañado — y preocupado.

—¿Qué sucedió? ¿Estás bien? —el tono en mi voz sonaba algo urgido, pero comenzó a negar con la cabeza de inmediato al ver el pánico en mi expresión.

—Sí, sí, yo estoy bien —aclaró su voz—. Pero alguien quiere hablar contigo.

Dichas estas palabras, terminó de abrir la puerta para dejar ver a Scorpius parado justo en la entrada de la oficina. Sus manos estaban en sus bolsillos, y su mirada estaba puesta en mi de manera inexpresiva.

Me quedé mirándolo incrédulo unos segundos — claro, completamente sorprendido ante la repentina visita de él. Era raro que llegara y apareciera en la Mansión cuando no había sabido nada de él en dos semanas.

—Hola, papá —dijo en un tono bajo, casi nervioso—. ¿Te parece si vamos a dar una vuelta al jardín?

Mis ojos fueron a mi madre, quién me miraba con una pequeña sonrisa en sus labios. No sabía qué había hablado con él, pero estaba segura de que de alguna manera u otra lo había convencido de finalmente hablar conmigo.

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