Ser mejor amiga de Scorpius Malfoy fue de las mejores cosas que le pasó en la vida.
Conocer a su padre fue su perdición.
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Fecha de publicación: 17/09/2021
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𝓔 | ESME STANFORD
La víspera de año nuevo siempre había sido algo normal en mi vida.
Siempre.
Pero ahora, un elfo estaba hablándome a los pies de mi cama mientras yo lo miraba sin saber qué responder.
—¿Señorita Stanford? ¿Acaso la señorita está sorda? —el elfo, que según se llama Rumpy, exclamó afligido.
—¡No! No, yo... bajo enseguida —dije rápidamente, tragando saliva y apartando mi vista de él.
Con un "pop", el elfo desapareció un segundo después, dejándome completamente sola en la habitación de invitados que me encontraba.
Me levanté rápidamente para ir a asearme al baño, sabiendo que Albus y sus padres llegarían en cualquier momento.
Bueno... no. ¿Qué clase de persona llega a las nueve de la mañana para almorzar?
Intenté elegir la ropa más linda que encontré para usar durante el día, asegurándome de dejar tendido sobre la cama el vestido que usaría en la noche.
Me maquillé un poco... sí, un poco más de lo usual. Me sentía rara vistiéndome tan ordinaria en un lugar tan sofisticado como la Mansión Malfoy.
Me preguntaba cómo estaba Rufus; iba a decirle a Draco que me prestara una lechuza para mandarle una carta a Hagrid.
Unos toques en la puerta me llamaron la atención, mientras terminaba de arreglarme mi cabello frente al espejo. Agarré mi perfume y me lo rocié rápidamente, antes de ir a abrir la puerta.
—Oh, ya estás lista. El desayuno estará listo en cinco minutos... ¿bajemos? Mi abuela acaba de llegar —Scorpius me dijo sonriendo, ofreciéndome su brazo para agarrarlo.
Los nervios de inmediato me invadieron, y ni siquiera sabía por qué. Él no hacía más que hablar maravillas de su abuela todo el tiempo.
¿Por qué estaba tan nerviosa?
—Primero que nada... buenos días —rodé los ojos, saliendo de la habitación mientras cerraba la puerta detrás de mí.
—¿Dormiste bien? —preguntó, a medida que bajábamos las primeras escaleras que se nos cruzaron.
Se me vinieron a la mente todas las imágenes de la noche anterior. Draco tocándose mientras me veía, pidiéndome que me arrodille frente a él.
Joder.
—Sí, sí. Muy cómoda la cama —asentí de inmediato—. Aunque debo admitir que el elfo me asustó un poco —solté una risa, intentando hablar de otra cosa rápidamente.
—Oh, lo lamento. Son feos, y arrugados pero... bueno, no tengo como defender eso. Son buenas criaturas, aunque eso debe ser por el sueldo que papá les da —se encogió de hombros, ahora mientras llegamos finalmente al primer piso.
