Ser mejor amiga de Scorpius Malfoy fue de las mejores cosas que le pasó en la vida.
Conocer a su padre fue su perdición.
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Fecha de publicación: 17/09/2021
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𝓔 | ESME STANFORD
Casi siete y media de la mañana, y me encontraba fuera de la sala común de Gryffindor ya completamente vestida, en espera de que Jade saliera para encontrarme. Me abracé a mi misma debido al frío que tenía, y me pregunté cómo no se me había ocurrido lanzarme un hechizo por la mañana.
Bueno, es que estaba muerta de sueño.
Había acordado encontrarme con ella a esta hora para que me llevara con uno de sus compañeros de casa; uno de los pocos que soportaba.
Su apellido era Thompson o algo así. Conseguía todo lo que se necesitaba si se lo pedías amablemente, y si le agradabas lo suficiente como para hacerte el favor.
Sí, era él quién me daría el veritaserum que necesitaba... quizás un poco más tarde de lo que se lo había pedido, pero por lo menos ya lo tenía.
Miré hacia los pasillos, y vi un par de estudiantes ya caminando con sus bolsos sobre sus hombros. Todos iban con caras de sueño, a pesar de un par de Hufflepuffs que pasaron con sonrisas en sus caras saludándome con la cabeza.
Me lo pasaba en su sala común, por lo que supuse que ya me había vuelto un rostro familiar para ellos.
El cuadro finalmente se abrió, dejando ver la figura de Jade igualmente vestida con su uniforme, y con una expresión adormilada en su cara. Intenté sonreírle, pero ella simplemente me agarró del brazo, arrastrándome con ella dentro del lugar.
—¡No puede entrar! —la voz de la señora en el cuadro se escuchó en la distancia, mientras mi amiga simplemente bufaba, acelerando sus pasos hasta llegar a las escaleras que daban a los dormitorios.
—Hola a ti también —reí, acomodando mi bolso sobre mi hombro mientras ambas subíamos los escalones, adentrándonos por el largo pasillo lleno de puertas en el lugar.
—Muy temprano, cállate —gruñó, mientras pasábamos por el lado de un par de estudiantes que salían de sus habitaciones.
—Hola, Stanford —la voz de Logan hizo que casi me diera una arcada.
Lo ignoré de inmediato, aún siendo arrastrada por mi amiga en aquel pasillo que parecía no tener fin.
—¡Antes eras divertida! —lo escuché gritar a mis espaldas, mientras sus amigos reían entre ellos.
El sonido de sus voces fue alejándose, gracias al cielo. No tenía ganas de lidiar con idiotas, menos cuando estaba a punto de ir en busca de algo totalmente prohibido por la escuela, y una hora antes de que mi examen comenzara.
—No sé cómo he aguantado tanto sin darle una patada en los huevos a ese idiota —la escuché hablar, girando su rostro hacia mí ligeramente mientras se detenía frente a una de las últimas puertas.
