Ser mejor amiga de Scorpius Malfoy fue de las mejores cosas que le pasó en la vida.
Conocer a su padre fue su perdición.
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Fecha de publicación: 17/09/2021
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𝓔 | ESME STANFORD
"Mi chiquitita;
Espero estés teniendo un excelente año. Tu padre se contactó conmigo para contarme sobre la invitación que te hizo en navidad, y la verdad no me molesta en absoluto que vayas a conocer a tu hermana.
Inténtalo, aunque sea una vez, por ella.
Te adora, mamá."
—Bueno, ni siquiera me preguntó cómo estaba —bufé, tirando la carta a un lado y apoyándome en el árbol tras de mí.
Isaac frunció el ceño, agarrando su varita y transfigurando el pedazo de pergamino en una pluma. La agarró entre sus dedos y sopló, dejando que se fuera con el viento.
Cerré los ojos y reí, volviendo mi mirada al libro entre mis manos. Eran ya inicios de diciembre, y el clima estaba notablemente más frío. Ni mi bufanda y guantes que llevaba puestos eran suficientes como para mantener calor, y seguía preguntándome en qué estábamos pensando cuando decidimos salir a estudiar un sábado por la tarde al patio de la escuela.
Isaac y yo llevábamos casi dos semanas estudiando Aritmancia; a lo que se sumó un poco de Pociones y Defensa Contra las Artes Oscuras. No me quejaba, pues Albus y Jacob habían comenzado a pasar más tiempo juntos que antes, e Isaac me hacía compañía porque en teoría, había quedado igual de solo.
No sabía por qué, pero de cierta manera, Rose y yo nos habíamos alejado un poco desde la pelea que habíamos tenido. A pesar de que nos habíamos disculpado - algo así - las conversaciones nocturnas simplemente ya no se daban como antes. Y claro, pasaba gran parte de su tiempo con Scorpius, lo cuál también me había alejado de él un poco.
Aún íbamos cada miércoles a la lechucería en busca de los dulces que su abuela mandaba, pero de inmediato nos separábamos.
—Oye, de nuevo lo estás haciendo —sentí al chico a mi lado codearme, para luego agarrar uno de mis rizos y acomodarlo sobre mi hombro para que cayera por mi espalda.
—¿Hacer qué? —pregunté de inmediato.
Él rodó los ojos, agarrando su propio libro y guardándolo dentro de su bolso. Se acomodó hasta quedar frente a mí, cruzado de piernas, y a la vez, cruzándose de brazos.
—Quedarte congelada.
—Bueno, hay como menos diez grados, no me sorprende-
—Esme —me reprochó de inmediato—. Quedas mirando un punto fijo cada vez que dejas de prestar atención a cualquier cosa. A eso me refiero.
Yo rodé mis ojos al igual que él había hecho anteriormente.
—Isaac, sólo comienzo a pensar en cosas y me voy en mi mundo, no es nada nuevo —le expliqué, a lo que él simplemente bufó.
