Ser mejor amiga de Scorpius Malfoy fue de las mejores cosas que le pasó en la vida.
Conocer a su padre fue su perdición.
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Fecha de publicación: 17/09/2021
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𝓔 | ESME STANFORD
Casi dos semanas, y ni siquiera había recibido una palabra en un pergamino que me dijera algo sobre Draco y Scorpius.
Había estado hablando por teléfono con Jade y Albus — quienes tampoco habían recibido noticia alguna de Scorp, lo cuál sinceramente, me comenzaba a preocupar.
Sabía que estos últimos días todos en casa habían notado que mis ánimos habían bajado, pero simplemente me excusé con que estaba estresada con lo de la entrevista que daría con los franceses.
Eso era dentro de tres días, y no tenía ni puta idea de qué diría, o si quiera cómo me vestiría para aquella reunión. McGonagall me había mandado un par de cartas, dándome algunos consejos, pero sobre todo diciéndome que me mantuviera tranquila al respecto.
Pero era imposible tomando en cuenta todas las cosas que habían sucedido en las últimas semanas.
Era claro que Scorpius no iba a hablarme — ni siquiera intentar contactarse conmigo, pero esperaba en mi ventana como una tonta cada día esperanzada de que finalmente la lechuza de Draco llegara a mí con algún tipo de noticia.
No me importaba en absoluto si eran un par de palabras vacías, sólo necesitaba hablar con él.
Mi móvil comenzó a sonar en mi mesa de noche, y aún así me emocioné esperando una llamada de Draco sabiendo muy bien que él no tenía cómo llamarme.
Suspiré, rodando sobre mi cuerpo en la cama y alcanzando el móvil para contestarlo, sin siquiera fijarme en quién me estaba llamando.
—Hola —la voz de Jade sonó al otro lado de la línea, lo que me hizo sentarme en la cama de inmediato.
Lo único que esperaba cada vez que me llamaba era que me dijera que había sabido algo de Scorpius — pero nunca sucedía eso.
—Pues... nada, cuidando a mis hermanos —hizo una pausa, y el silencio nos invadió a ambas un par de segundos— ¿Cómo estás tú?
Miré a la ventana, negando con la cabeza aunque supiera que ella no estaba conmigo para verme.
—Ya sabes, compartiendo con mi familia —respondí en un tono bajo—, mi mamá salió a trabajar, y mi hermano está encerrado en su habitación como de costumbre.
—¿Y has... sabido algo? —la escuché decir en un tono de duda, y un dolor de inmediato se posó en mi pecho, recordando que en realidad vivía con la incertidumbre cada segundo que pasaba.
—No, nada —miré a la ventana nuevamente, algo que se había vuelto costumbre últimamente— ¿Y tú?
