Ser mejor amiga de Scorpius Malfoy fue de las mejores cosas que le pasó en la vida.
Conocer a su padre fue su perdición.
***
Fecha de publicación: 17/09/2021
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝓓 | DRACO MALFOY
Un ruido raro me despertó de mi plácido sueño; un sonido agudo. Arrugué mi nariz, notando que tenía algo raro haciéndole cosquillas.
A medida que fui despertando, me di cuenta de que mis brazos estaban envueltos alrededor de algo cálido.
Esme.
Gruñí al seguir escuchando el ruido, y aún dormitando le hablé.
—No sé si tienes una pesadilla o algo, pero cállate —murmuré contra su cabello, acercándola aún más a mí.
—¿Mhm? —la escuché murmurar de vuelta, lo cuál me hizo fruncir el ceño.
Porque no era ella la que estaba haciendo el ruido.
Quité mis brazos de su alrededor de inmediato, fregando mis ojos mientras me sentaba sobre la cama rápidamente, buscando con mi mirada de dónde provenía el ruido.
Por un segundo me asusté, creyendo que quizás alguien había venido a mi oficina inesperadamente, y se encontraría con una escena que sería bastante difícil de explicar si es que llegaba a verse.
Mi alumna, en una camiseta y ropa interior acostada en mi cama. Y claro, yo sólo en mis bóxers.
—¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué hora es? —escuché su voz murmurar a mi lado, mientras se removía bajo las sábanas.
Yo puse mi mano de inmediato sobre su cuerpo, maldiciéndome por haberme levantado de manera tan brusca. Lo que menos quería era despertarla; después de un día como ayer, necesitaba dormir todo lo que fuera posible.
Eran apenas las cinco de la mañana.
—Nada, amor. Vuelve a dormir —susurré, observando cómo sus ojos seguían cerrados, y su cabello ahora tapaba la mayoría de su rostro.
Ella simplemente balbuceó algo que no entendía, mientras se acurrucaba y se volvía a dar la vuelta para dormir.
Agarré mi varita, encendiendo la punta sin necesidad de decir algo, mientras caminaba fuera de la cama sin importar el frío que estaba haciendo.
Fruncí el ceño al escuchar unos ruidos parecidos a unos rasguños, junto a unos pequeños quejidos provenientes de dónde guardaba mis zapatos. Mi mueble estaba medio abierto, por lo que fui con cuidado, agachándome lentamente para ver qué había ahí.
Si había algún tipo de animal raro, juraba que iba a ponerme a gritar ahí mismo; los roedores me aterraban.
Mi boca se entreabrió ligeramente al ver la imagen más asquerosa pero tierna del mundo. Rufus estaba acurrucada entre mis zapatos, con su manta y ya tres pequeños gatos a su lado.
