Capítulo 1

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Draco se observó en el espejo nuevamente. Revolvió su cabello plateado por última vez antes de comenzar con su trabajo. La noche de hoy, curiosamente, no tenía muchos clientes, salvo por uno, uno de gran importancia. La señora Betty, una mujer arrugada y exigente, le había hablado varias veces sobre lo importante que era complacerlo, pero hasta el momento, no le había dicho de quien se trataba. Aún así, a Draco le daba igual, haría cualquier cosa con tal de ganar algo de dinero para devolverle el prestigio a la familia Malfoy.

Sin duda alguna, después de la batalla, los clientes habían descendido notablemente en los clubes mágicos de sexo, aún así, la mayoría daba una pequeña fortuna por "follarse" a un Malfoy, aunque la mayoría en realidad no buscaba sexo, sino humillar a Draco. Le arrojaban billetes muggle en forma de burla hacía su linaje puro, incluso algunos le ofrecían galeones y hacían bromas sobre la situación monetaria de una de las familias más influyentes del mundo mágico. Draco se daba asco a sí mismo, y eso era algo que, constantemente, su orgullo intentaba tapar con ego, o a veces, con el frío carácter con el que era conocido.

—Bien, Malfoy. —Betty entró en la habitación arrojando un vestuario bastante inapropiado sobre la cama, pero al cual el rubio ya estaba adaptado.— Vístete, empiezas en diez minutos.

Betty caminó a la puerta y Draco tomó el patético vestuario entre sus largos dedos, examinandolo.

—Más te vale darle un buen trato a ese chico hoy, Malfoy. —su sonrisa ladina, a un costado de sus labios, le hizo a Draco darse cuenta de algo: esta mujer estaba demente.—O tu familia estará acabada de verás.

¿Un chico, eh? Bueno, no era como si Draco no estuviese adaptado ya a ello. Los hombres, sobre todo los hombres, solían ir al club a golpearlo, escupirlo, e incluso follarselo bruscamente. También solían obligarlo a hacer cosas que él no quería, porque aún cuando no se quejaba por los golpes e humillaciones, habían cosas que, incluso para él, estában más allá de su propio límite.

El Slytherin se observó en el espejo. El vestuario era realmente inapropiado, compuesto por cintas y lazos que, a su inexperto tacto, parecían hechos de cuero. En ciertos ángulos y bajo la tenue luz que bañaba la habitación; el traje brillaba ceñido a su cuerpo, haciéndolo lucir apuesto y un poco prosaico, una mezcla que, a sus ojos, era bastante ridícula. Su vista se posó ahora en la habitación, decorada de manera diferente. Fuera quien fuera la persona, era alguien realmente importante.

Betty, la dueña y jefa del local, nunca solía decorar las habitaciones por nadie, pues con suerte y apenas limpiaban las sábanas. Pero hoy, bajo el par de zafiros de Draco, las sábanas parecían nuevas; recién lavadas, las luces jugaban con un tono rojo tinto, bañando el único cuerpo que se atrevía a observarlas, y a su alrededor, en el resto de la habitación, los detalles parecían destilar efluvios dorados y brillantes.

Draco sonrió para sus adentros, recordando la molesta casa de Gryffindor. Reemplazó la sonrisa por un suspiro amargo. Si tan solo esos tiempos volvieran, tomaría las decisiones correctas, incluso hasta podría considerar ser amigo de San Potter.

De un momento a otro, la puerta vibró ante un toque y Draco pudo asegurar que, aunque quisiera, no podría mantenerse mucho tiempo de pie. Era tiempo de ver quien era esa grandiosa persona que buscaba un poco de placer esta noche.

Malfoy abrió, probablemente esperando un hombre que lo superara en tamaño y fuerza, y con el que tuviera que soportar cualquier tipo de maltrato. Pero no. Hoy Merlín se había compadecido de él. En su lugar, había un pequeño chico pelinegro con los ojos vendados. Draco no pudo evitar sentirse un poco descolocado ante el chico que podía pasar fácilmente como un niño de quince años, pero bueno, esto era un club de sexo, era más que obvio que era lo que buscaba. ¿Era él la persona tan importante? ¿Se habría equivocado de habitación? El rubio aún no lo había invitado a entrar, por lo que el chico frente a él pasaba sus manos torpemente por la madera de la puerta, intentando ubicarse.

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