Capítulo 8

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Shaoran:

Todo el tiempo no solté su mano, verla indefensa y sin ese carácter y temperamento a la hora de enfrentarme me hizo sentir un maldito miserable.

Desde que Tomoyo murió no te sido tan benevolente ni amable con ninguna otra mujer, he conocido mujeres hermosas alrededor de estos quince años de viudez, pero jamás me interesó ni siquiera una aventura, todas quedaban embelesadas por mi presencia, Eriol dice que soy un maldito bombón y reniego a veces por ello porque el muy cabrón es el que siempre me ha presentado a casi todas esas mujeres.

En la ambulancia los paramédicos toman su pulso, están pendientes de sus signos vitales y a mi me preocupa la herida de bala en su estómago, su cabello está despeinado y sus manos están rojas, como si hubiera luchado por defenderse.

—¡Debemos llegar rápidamente, la paciente cada vez está más débil!—mi corazón se paraliza—. Necesita transfusión sanguínea urgente.

—Por favor haga lo que sea necesario para salvarla—es la primera vez que siento tanto miedo, solo sentí ese sentimiento cuando vi a Tomoyo y mi hijo a punto de morir.

—Hacemos todo lo posible, tranquilo—la sigo mirando y acomodo su cabello, en estos momentos prefiero verla pelear y discutir conmigo que estar así.

••••

La camilla baja y rápidamente la lleva a emergencias no dejo de perseguir a los paramédicos, cuando llegamos no me permitieron el acceso, quedó rezagado y con la mirada perdida.

Veo mi ropa y su sangre está impregnada en mi ropa, me paso las manos por el cabello y en ese momento mi celular está indicando una llamada. Al ver que era Eriol contesto rápidamente.

—¿Qué averiguaste?—pregunto ansioso.

—Los tipos que se presentaron como nuestros refuerzos han desaparecido sin dejar rastro. Quienes golpearon y dispararon a la señorita fueron dos tipos que ya están detenidos, los descubrimos cuando huían.

Escuchar eso me hierve la sangre, quiero ir a partirles la cara yo mismo, sigo escuchando lo que me dice Eriol pero lamentablemente nada indica que ese infeliz esté tras este golpe.

—Torturalos hasta que hablen, ya les daré una visita—mi voz es tan baja y fría que él ya sabe que no estoy nada contento—. Pide a algunos refuerzos que vayan y cuiden la fortaleza de Soria por dentro y por fuera, y algo más; clausuren ese lugar.

Las horas pasaron y yo sigo con la misma ropa, mucha gente me ha visto parado como una muralla sin moverme, y no me interesa, al ver al médico salir de la sala de operaciones me acerco, está sudando y con algo de cansancio.

—La señorita está muy débil, logró llegar a tiempo pero aún su estado es crítico, se le ha suministrado la sangre suficiente, ahora es cuestión de ella salir de este estado crítico.

—¿Puedo verla?—paso saliva, no quería que en verdad esto pase, su hubiera muerto jamás me lo habría perdonado, aún así sigue en peligro.

—¿Es usted familiar de ella?—me sonrojo, ni siquiera somos amigos.

—Somos conocidos—respondo y es la verdad—. Soy comandante de la policía, la encontré y la traje para acá.

—Entiendo, puede verla solo un momento—asiento agradecido y al verla pálida y con tantos tubos a su alrededor un pinchazo atraviesa mi corazón, me siento sin dejar de verla tomando su mano.

Solo el ruido de la máquina que la tiene con vida es lo que suena en la habitación, deseo regresar el tiempo y estar de nuevo cuando regrese de la comandancia y la vi fuera de la habitación intentando hablar conmigo. Si la hubiera escuchado otra sería la historia ahora, pero estaba tan enojado y cegado por la rabia que la empuje a los brazos de esos tipos que confíe en que eran mis elementos.

𝑨𝒍 𝑭𝒊𝒍𝒐 𝒅𝒆 𝒕𝒖 𝑨𝒎𝒐𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora