Capítulo 30

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Sakura:

Decir que lo extrañé es muy pobre, lo he echado de menos de una manera atroz, si solo hemos estado separados dos días no me imagino si fuera un mes o años. Lo veo y vaya que la ropa casual hace que se vea más joven de lo que aparenta tener. A pesar de tener treinta y cinco años es como si tuviera menos de treinta. Su bella sonrisa me fascina, me enciende y me convenzo cada vez más que:

Lo amo más que a mí propia vida.

—Te extrañé tanto—confiesa con su cabeza enterrada en mi cuello aguantando suspiros que están atorados en mi garganta—. No podía esperar hasta el día de mañana.

—No quiero que tengas contratiempos por mi culpa—respondí, se suponía que tenía mucho que hacer y que de la noche a la mañana esté aquí diciéndome que todo está bajo control¿Qué es lo que ha hecho este coronel mío?—. Dime la verdad¿Que hiciste?

Nos alejamos un poco pero sin dejar de mirarnos, toma mi mano ayudándome a sentarme en la mesa que está decorada con velas dándole un toque romántico. Estoy tan emocionada y feliz por esto pero no lo estaré del todo bien hasta que me dé una explicación convincente.

Sin dejar de mirarme da unos aplausos y unos músicos con unos instrumentos musicales hacen su aparición dejándome sorprendida. Tocan una melodía clásica que envuelve mis sentidos. Entrelaza sus manos para ponerlas encima de su mentón y su media sonrisa me estremece totalmente.

—Digamos que tuve ayuda extra—enarque una ceja—. Eriol y algunos policías que están ya  próximos a prepararse para ascender lo hicieron. Tuve que compensarlos por ello.

Arrebole los ojos porque este hombre es una caja de sorpresas. Mi corazón me dice que todo lo que está haciendo es para compensar lo que pasó el día viernes en mi departamento y la estúpida frase que escapó de mis labios. Cuando lo dije me golpeé mentalmente la cara, en parte tiene razón al decirme que no quiere arruinar esto que acaba de comenzar pero…

Necesito sentir el calor de su cuerpo junto al mío para ahogar éstas ganas que tengo de él.

—Sigo incrédula en que seas tú el gruñón que conocí hace más de un año atrás—me burlé—¿Acaso te has golpeado la cabeza o algo así?

—Ni yo mismo me conozco ahora—eso lo sentí interesante—. Solo te puedo decir que ese gruñón malhumorado ya no estará más frente a ti, a menos que me hagas enojar.

Le saque la lengua olvidando que no estamos solos. A veces me comporto como una pequeña niña malcriada que hace cualquier cosa por llamar la atención. Desprevenidamente tomó una de mis manos y con la otra tocó una pequeña campanilla que no había visto antes. Dos camareros aparecieron y con una reverencia nos recitaron lo que esa noche cenariamos.

Después que se retiraron los músicos terminaron de tocar y con unos aplausos se despidieron de nosotros. Miré un poco todo el lugar distraídamente una pequeña brisa se coló en mis brazos tiritando de frío. Pero no fue por mucho tiempo, un suéter caliente y con un olor familiar me envolvió con rapidez. De rojo mire a esos ojos ámbar que me miran con locura.

Antes de agradecer por su gesto sus labios se posan en los míos danzando con tanta paciencia y profundidad. Su lengua juguetea con la mía dejándome llevar de su control. Ahora sus manos tienen con posesión mi cintura pegándome a su cuerpo y cargándome entre sus brazos para así poder aferrarme a su nuca acariciando sus cabellos castaños que tanto me fascinan. Cuando dejó de besarme le miró tan profundo que por un momento sentí miedo. Miedo a que algo muy importante y poderoso nos separe, me abrace con fuerza a sus brazos escondiendo mi rostro en su pecho, sentí una opresión tan fuerte que mis lágrimas desean traicionarme.

𝑨𝒍 𝑭𝒊𝒍𝒐 𝒅𝒆 𝒕𝒖 𝑨𝒎𝒐𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora