Al poco de despertar, un par de sacerdotisas que estaban en la habitación comenzaron a moverse y a dar aviso. Nadie me vino a explicar nada y tampoco pedí una explicación o me mostré alterada, pero por lo que pude entender por sus conversaciones sueltas y sus cuchicheos, cuando fueron a verme por qué no me despertaba, vieron las marcas en mi manos y se armó en grande.
Según escuché, pase durmiendo y con fiebre casi 3 días enteros, pero eso no les impidió que examinarán mis manos e intentarán averiguar qué eran las marcas.
Después de permanecer despierta cerca de una hora, y ver que todos a mi alrededor corriendo como pollos sin cabeza, Beatrix entró a mi habitación, liberó mis brazos de los amarres de la cama, y me quitó las vendas que tenía en las manos, sin embargo, de la nada sacó un caja de madera con tapa de vidrio. La abrió y dentro habían unos guantes de cuero negro bastante toscos y claramente demasiado grandes para mi, los coloco en mis manos y estos me llegaron casi a la altura de mis codos. Eran feos, gruesos, y tan incómodos que apenas podía mover las manos.
Una vez que terminó de colocar, ambos guantes se encogieron, y si bien seguían siendo grandes, prácticamente se pegaron a mi piel e imaginé que me sería casi imposible quitarme los por mis propios medios.
Una sacerdotisa entró a la habitación mientras cargaba una pequeña bandeja que temblaba debido al nerviosismo de la chica. Viendo que sacerdotisa apenas y podía estar ahí, Beatrix le quitó la bandeja de las manos sin mucha consideración y le ordenó retirarse.
Un pan de corteza negra, y un pequeño plato de sopa de verduras aparecieron delante de mí. Con una mirada, Beatrix me preguntó si podía comer sola, a lo que levante la mano y quise tomar la cuchara, pero la torpeza de mi mano enguantada hizo que apenas sea capaz de sostenerla bien.
Sin tener que decirnos una sola palabra, Beatrix empezó a darme de comer a lo que acepté sin mucho problema debido a que me estaba muriendo de hambre. Una vez el plato estuvo vacío, ella dejó la bandeja a un lado, y por primera vez, me dirigió la palabra.
— estos guantes solo los puede quitar su creador, o la persona que los colocó. Siendo en esta última yo, y la primera un artesano de objetos mágicos que murió hace casi 300 años. Su función es suprimir todo tipo de magia, y es usado para controlar a magos peligrosos.
Hmm, interesante.
— los vas a usar por un tiempo, al menos hasta que comprobemos que las marcas en tus manos no son un peligro.
Mire mis propias manos, e intente cerrar el puño, pero me era casi imposible. En ese momento, con un tono más serio, Beatrix comenzó a hablar.
— Se muy bien que eres más lista de lo que aparentas, y valoro mucho tu cualidad de no querer causar problemas, sin embargo, tú sola existencia ya es un problema que le quita el sueño al pobre arzobispo que únicamente desea descansar. Es un buen hombre que ha hecho mucho por mucha gente, y si alguien merece pasar sus últimos años en este mundo tranquilo y libre de preocupaciones es él.
Pensando lo más rápido que podía, y considerando mis opciones con lo que sabía que me iba a pedir, tomé una decisión, y asentí.
Beatrix sonrió ligeramente y su gesto se suavizaba un poco. Acto seguido, chasqueó los dedos, y una pequeña luz azul apareció en el suelo en un perfecto círculo que rodeaba mi cama.
— Bien, ahora te haré unas preguntas, quiero que me contestes con la verdad, ¿Entiendes?
Aunque su gesto se había suavizado, y parecía más amable, la muy hija de puta había puesto en el suelo un círculo de la verdad, un hechizo que según sus variantes me impediría ser capaz de mentir, o me causaría dolor físico si lo intentará.
ESTÁS LEYENDO
Intentos Infinitos "2"
RandomContinuación de Reencarne como una villana con Intentos Infinitos.
