49. La Calma.

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Al día siguiente de la "visita" del Conde Lucius, el ambiente se había vuelto más pesado…

No era únicamente porque Calibrocha se mostraba menos animada, sino que también, veía a las sirvientas susurrar con rostros de absoluta preocupación. Era verdad que la jefa de sirvientas les había hecho jurar que no dirían una sola palabra de lo que habían escuchado, sin embargo, lo más probable es que cada una haya ido donde su mejor amiga para que les ayude a guardar el secreto, y estás amigas irían con otras amigas y también les harían prometer que no dirían una palabra mientras les contaban la razón de la visita del Conde, y estas amigas, fueron con otras, y otras, y otras, y para la hora de la cena de ayer, es probable que ya toda la mansión haya hecho la promesa de nunca contarle a nadie tan turbio secreto.

Gracias a eso, la chica que apareció tirada en el camino dejó de ser novedad, y el rumor de mi aparición se habrá cortado en seco, para dar lugar al rumor de que el barón estaba enfrentando una mala racha financiera.

Pese a que todos parecían afectados de alguna manera al saber la noticia, creo que la que peor lo está pasando es la más joven de la mansión. Los primeros días, Calibrocha apenas y se callaba, se la pasaba explicándome cada cosa por pequeña que sea, y me señalaba cada objeto mientras pronunciaba su nombre lentamente en su intento de hacerme hablar, o enseñarme el idioma. Sin embargo, desde su encuentro con el Conde, ella ha estado mortalmente callada, a ratos hace el esfuerzo por animarse, e intenta que repita el nombre de las flores del jardín, o de los alimentos en nuestro desayuno, pero al poco tiempo su energía se agota, y vuelve a sumirse en el silencio hasta que es capaz de volver a animarse un poco.

Pensando en ella, ya que después de todo es la razón del porqué estoy aquí. Intente con todas mis fuerzas descifrar sus pensamientos, y entender cómo se sentía.

Calibrocha es dependiente… La comparativa es poco agradable, pero su forma de ser recuerda a un cachorro que busca atención y aprobación todo el tiempo.

Con cierto toque de vergüenza, he de admitir que con el tiempo me llegué a hartar de Calibrocha. Fue mi primera colaboradora, era fácil de encontrar, y mucho más hacer que me siga, sin embargo, pese que me ayudó mucho al principio de mis desventuras, su presencia era agobiante, y con la llegada de Irma, y lo mal que se llevaban ambas, poco a poco empecé a olvidarla, hasta que deje de pensar en ella.

Ese fue mi error, el haber dejado a una chica tan potencialmente peligrosa sin supervisión fue la menor de mis fallas, la razón por la que pague tan caro en mi vida anterior, fue por darle la espalda a una persona que claramente necesitaba ayuda, y a la que sólo utilice, y cuando ya no le encontré utilidad, deseché.

Pensando con la cabeza fría y lo que creo que es mejor para ella, un lugar como el dónde está ahora es lo ideal. Si puede repartir su "lealtad" desmedida a mucha gente, entonces no sé volverá una loca codependiente, y más si tomamos en cuenta que yo le di la espalda en el pasado, es por eso que no creo que pueda darle un mejor lugar que el que ya tiene.

Debo ayudarla, se lo debo, en realidad le mucho a mucha gente, y me gustaría ayudar a todos, pero para mí eterna mala suerte, siempre me veo envuelta en una situación en la que si ayudo a otros, no puedo ayudarme a mi misma, y si me ayudo a mi misma, no puedo ayudar a los demás.

Sin casi tocar la comida de su plato, el almuerzo terminó. Y como la jefa de sirvientas estaría ocupada, nosotras teníamos la tarde libre.

Sin mostrar interés en ninguna actividad, y ya viéndose ansiosa en las ocasiones en las que no tenía una tarea que cumplir, Calibrocha me miró, como intentando animarse, me pregunto.

–– ¿Qué quieres hacer?

Fiel a mi personaje, ante su pregunta me limité a verla a la cara, y ladear levemente la cabeza en señal de que no entendía la pregunta.

Intentos Infinitos "2"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora