46.5 Punto de vista de Eris 4

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A donde quiera que mirara, a mi alrededor solo podía ser visto un extenso bosque que se extendía en todas direcciones.

Ubicado casi en la frontera norte del reino, este bosque era propiedad privada, y debido a muchos rumores en parte verídicos que circulaban de su dueña, nadie se atrevía a adentrarse mucho, además, gracias a lo exuberante de su vegetación, quienes lo hacían, nunca eran vistos de nuevo.

Casi en el corazón del inmenso bosque, un claro qué hacía un círculo perfecto podía ser encontrado, para los pocos incautos que habrán llegado aquí sin saber cómo volver, este claro les parecía marcar el centro del bosque, o una señal de civilización, aunque nada más lejos de la verdad, ya que este lugar servía de perpetuo descanso para una persona…

A kilómetros de cualquier señal de civilización, en el medio de un frondoso bosque al que nadie tenía permiso de entrar, una pequeña lápida podía ser encontrada, estaba hecha de mármol blanco, y tallado en la piedra, había una única palabra, o mejor dicho un nombre.

Habiendo recorrido aquél camino que año a año hacía en la misma fecha, aunque estando a meses de que aquél día llegará, finalmente ante mí estuvo la pequeña lápida blanca donde el nombre "Kiara" podía ser leído.

Aunque año a año venía en la misma fecha para arrancar maleza y mantener la perfecta simétrica de aquél lugar de descanso, al llegar, lo encontré todo bastante limpió, aunque hacía más de medio año de mi última visita, y a meses de la próxima.

A pies de la lápida, un ramo todavía fresco de flores blancas había sido depositado hace poco, y una muñeca de trapo, hecha por un trozo de tela, ramas, y hojas, descansaba con la espalda recostada en la lápida.

Mirando los objetos que adornaban la tumba, el significado era obvio, una ofrenda de luto a los muertos, mayormente colocada en tumbas de niños, o inocentes que murieron en la guerra. Esta era una tradición militar ya casi olvidada, algo que solo haría un soldado ya viejo.

A mí espalda, el sonido de la maleza agitándose me demostró que no estaba sola, a la ofrenda de luto le faltaba un detalle, dulces o cualquier fruto en sazón, es por eso que no era difícil imaginar que se había adentrado al bosque para buscar fresas silvestres, o bayas dulces.

Aún dándole la espalda, por el sonido me di cuenta que la persona se había detenido, me había reconocido, y antes de que tuviera tiempo la oportunidad de hablar, yo lo hice primero.

–– señor inquisidor, es extraño encontrarlo aquí.

–– ¿Señora de Johansen?

Sin inmutarme, me limité a sonreír, hubo una época en la que despreciaba ser llamada por el apellido de mi esposo, con el paso del tiempo, a la vez que poco a poco empecé a tomarle aprecio a mi actual marido, dejó de importante, sin embargo, sigo prefiriendo ser llamada simplemente Eris.

–– Puede llamarme Eris, señor inquisidor. Usted y yo no tenemos mucha relación, pero ser llamada "Señora de Johansen" me recuerda a la madre de mi esposo y abuela de mis hijos, y no le tengo demasiado aprecio a esa mujer.

–– ya no soy el inquisidor, señora Eris.

Declaró esto mientras empezaba a caminar en mi dirección, al verlo, su declaración tomó más sentido, no vestía su típica armadura blanca, sino una ropa mucho más sencilla, donde se podía ver un revestimiento de cuero para hacerla más resistente. Estaba bastante sucio, como si llevará días sin limpiarse, y era más que evidente que debía llevar una semana como mínimo en el interior del bosque.

–– si me permite llamarle por su nombre, entonces le pido ser llamado simplemente Caesar.

Riendo por lo bajo, me di cuenta que mis deducciones eran correctas, debido a que el Exinquisidor tenía consigo una pequeña canasta llena de frutos silvestres.

Intentos Infinitos "2"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora