46. El

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Los siguientes días fueron bastante tranquilos. Por orden de la jefa de sirvientas de la casa del barón, Calibrocha tenía que hacer que la acompañe en su día a día por la casa.

De manera oficial, su puesto era algo así como aprendiz de sirvienta, haciendo que sus obligaciones sean poco más que recados y tareas inventadas con la principal intención de que se distraiga un rato.

En la primera mañana después de mi llegada, el primer trabajo que nos fue asignado fue barrer las hojas que dejaba caer un gran roble que había cerca de la entrada trasera de la mansión. Por la explicación de la propia Calibrocha, esa era su obligación duraría, y siendo que actualmente estábamos a principios de primavera, el roble tampoco soltaba demasías hojas, y habremos tardado más en la rebuscada explicación que dio sobre el uso apropiado de una escoba, que en terminar el trabajo en sí.

Terminando el trabajo de la primera parte del día, el desayuno nos fue servido, y ambas se nos presentó un plato de huevos revueltos, con una hogaza de pan de centeno. Fiel a mi personaje, antes de siquiera oler la comida, me fijé en Calibrocha y sus reacciones, y está al saber que necesitaba su aprobación para probar bocado, se puso hacer movimientos exagerados, y exaltando de más el sabor de los alimentos.

Con el desayuno terminado, de ahí el trabajo se volvía echar una mano a quien lo necesite, a veces acompañamos al jardinero de la casa a regar el pequeño huerto y arrancar maleza, en otras a ayudar a algunas sirvientas a tender la ropa al sol o doblar la que ya estaba limpia y colocarla en sus respectivos estantes, o la que era la favorita personal de la propia Calibrocha, hacer la prueba del sabor de las galletas y dulces que le eran servidos al barón es cantidades poco sanas.

Terminado dichas labores, la hora del almuerzo no se hacía esperar, y a veces teníamos ensalada con los propios vegetales que habíamos cultivado ese mismo día, o algún plato donde el principal ingrediente era el pollo. Tal parece que Dorma es el principal exportador de huevos de la región, y el criadero más grande e importante, es propiedad del barón.

De la hora del almuerzo para la cena, Calibrocha lo tenía bastante libre, y si la jefa de sirvientas también estaba libre, y no había salido para asistir al barón a una reunión, entonces le daba algunas lecciones. Nociones básicas de aritmética, la pronunciación de las sílabas y las letras, junto a cómo se escriben usando tiza y un pizarrón, algo de bordado y costura, y siendo más entretenimiento que una clase real, un poco de dibujo.

Terminada la cena que solía ser un cuenco de avena, y una rebanada de pastel que había sobrado de los dulces que le fueron servidos ese día al barón, el día concluía. La jefa de sirvientas le entregaba 3 monedas de cobre que supuestamente eran "el salario" de Calibrocha, siendo más una cifra simbólica para que la niña empiece a entender el valor del dinero, y estás las guardaba en un pequeño cofrecito que tenía en su habitación.

Al final del primer día, y aunque mi participación en la mayoría de trabajos era únicamente estar de pie, y como mínimo no estorbar, la jefa me entregó una moneda de cobre, y mi propio cofre para que vaya ahorrando mis salarios.

Tras varios días, la rutina diaria sufría casi ningún cambio. El trabajo que realizaba Calibrocha era simple, nada extenuante y el trato que recibía de las personas de la mansión era ameno, y en general la chica parecía bastante feliz con su día a día. En las noches, y debido a que me habían hecho compartir cuarto con ella, debido a que habían visto que su cercanía me ayudaba a ser menos retraída, está me enseñaba lo que ella llamaba su fortuna, que era su pequeño cofre casi lleno de monedas de cobre, cuyo valor total a lo mucho llegarían a ser 4 monedas de plata, y me contaba que cada dos semanas más o menos, acompañaba a una de las sirvientas al mercado de la ciudad, y ahí tenía la oportunidad de gastar algo de su dinero en frutas, juguetes, o adornos para su cabello. Actualmente, tenía la vista puesta en una peineta hecha con una concha de mar, y después de haber convencido al vendedor que se la guardara, había estado casi dos meses ahorrando todos sus sueldos para comprarla.

Intentos Infinitos "2"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora