30. Fumata

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Ante nosotros, un inmenso corredor bajaba hasta el fondo de la tierra y no se podía ver su final. A cada lado del camino, enormes estatuas de caballeros, cada una levemente diferente entre sí. Esperaban inmóviles con sus armas en la mano.

Lanzas, mandobles, espadas, estiletes, hachas. Cada caballero llevaba un arma diferente, y los detalles en sus armaduras y el rostro que sus yelmos dejaron ver, era de presión sorprendente, pareciendo más humanos convertidos en piedra que estatuas talladas.

Acercándome levemente a uno, y mirando que el número de soldados se contaba por cientos, miré de reojo a Cenizas y le pregunté.

— ¿Sabes qué es esto?

— El ejército de El Emperador.

Declaró admirando la inmensidad del pasillo que bajaba hasta perderse en la oscuridad.

— ¿Eso es bueno o es malo?

Pregunte levemente molesta por lo escueto de la explicación.

— si fuera malo ya nos habrían atacado, evita tocarlos e ignorarlos, y sigamos adelante, el pasillo es recto, así intenta no tropezar.

Haciendo caso a su advertencia, seguimos avanzando en la completa oscuridad, hasta que mis ojos empezaron a adaptarse a la falta de luz.

Después de mucho caminar, llegamos a una especie de habitación circular donde en el medio había una especie de altar, y dos sillas colocadas apuntando al mismo.

Lamentando no haber traído ninguna fuente de luz, en ese momento, Cenizas encendió uno de sus cigarros, y la habitación quedó levemente iluminada con una tenue luz rojiza.

— no hay nada.

Dije mientras miraba en su dirección.

— no hay nada, ahora.

Declaró Cenizas, exhalando humo cual chimenea.

Esperando a que Cenizas hiciera lo que sea que estuviera haciendo, me puse a caminar alrededor, examinando el extraño y aparentemente vacío lugar donde nos hallábamos. Sin embargo, muy quedó, y casi inaudible, escuche una melodía.

— ¿Escuchas eso?

Le pregunté a Cenizas, cuyo oído era mucho mejor que el de cualquier humano.

— ¿Escuchar que?

Preguntó mientras tiraba la colilla de su cigarro y encendía otro.

Concentrada en el sonido, me di cuenta que ya no estaba.

— era una especie de melodía, ¿No lo escuchaste?

— no.

Dijo mientras miraba a su alrededor.

— este lugar es... extraño, no sé cómo son los demás refugios pero estar aquí me hace sentir "incómodo". Mantente alerta y no dejes que tu mente te juegue malas pasadas.

Permanecido en silencio, por escasos momentos que duraban lo mismo que un parpadeo, escuchaba muy de vez en cuando la melodía, y cada vez que intentaba prestar atención de donde provenía, el sonido desaparecía.

— no me gusta estar aquí.

Terminé declarando mientras miraba a mi alrededor.

— Ya somos dos, me tomará solo un minuto más, ten paciencia.

Como la vez anterior, la habitación se había llenado de humo causando un picor en mis ojos, al mismo tiempo, que tenue luz rojiza creaba un extraño contraste con el humo creando una escena psicodélica.

Intentos Infinitos "2"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora