Con paso lento, y fui caminando por los pasillos donde el caos y la discordia habían comenzado su reinado.
Cada determinado tiempo, cuando pasaba un grupo especialmente grande, o escuchaba que por el pasillo venía alguien corriendo sin fijarse en nada más, me escondía en un rincón, y me sentaba abrazando mis rodillas para hacerme lo más pequeña que pueda. Todo era una precaución casi excesiva, ya que en mis manos, la pequeña estatuilla del hombre de Medan, tenía sus ojos tapados, y de esta manera me hacía invisible para cualquiera.
La gente corría despavorida, los guardias intentaban restaurar el orden mientras llevaban a sacerdotes y civiles por igual a las partes más profundas de la catedral, donde podrán mantenerse a salvo.
Yo por mi parte continuaba mi lenta y precavida marcha, teniendo especial cuidado de no ser ni siquiera un bulto en el suelo que llame la atención. Me encontraba cerca de las escaleras que llevaban la parte más administrativa de la catedral, que por suerte se había quedado casi vacía al ser los sacerdotes blancos los primeros en ir a los refugios, al bajar podré ser menos precavida y quizás hasta me encuentre con que Cenizas me despejó un camino. Pero estando en la intersección de pasillos que me llevaría a la escalera, pude escuchar unos rápidos pasos de alguien acercándose, y sin hacer ruido corrí a esconderme detrás de una columna.
El eco de las pisadas retumbaban en el suelo de piedra, y me dije que sea quien sea el dueño de las pisadas tendría prisa, sin embargo, al quedar a una altura del pasillo similar a donde yo estaba escondida, la persona se detuvo en seco, y al escucharla hablar, un escalofrío recorrió mi columna.
— ¿Leonora?
Con esa única palabra hizo que mi corazón latiera tan fuerte que me daba miedo que pudiera ser escuchado, y levantando levemente la vista, ahí estaba ella.
En medio del pasillo, mirando a todos lados de manera casi desesperada estaba Beatrix. Tenía puesta su vieja armadura, y debido a su altura y mi pequeño tamaño la hacía parecer más imponente de lo habitual, sin embargo había algo distinto en ella. Si bien la imagen que veía me venía a la mente al pensar en ella la definición de estoicismo. Ahora su expresión era más suave, incluso parecía preocupada.
Ella me buscaba, gracias a su increíble percepción me había sentido pese a ser invisible y sabía que estaba ahí, pero sus ojos le decían lo contrario y eso la tenía confundida. Por un momento, pareció querer dar la vuelta y regresar por el pasillo del que había venido, pero volviendo a quedarse quieta cual estatua, otra sensación de peligro habrá llamado su atención, y continuó corriendo a su destino original.
Cuando ya se había alejado tanto que ni sus pasos podían ser escuchados, exhale el aire que llevaba unos minutos conteniendo. Tanto miedo tenía de ser descubierta que ni siquiera me atrevía a respirar. Volviendo a ponerme de pie, continúe caminando a mi propio destino.
La distracción parece ir bien...
Dije entre dientes mientras bajaba los escalones con sumo cuidado de no caerme.
Con pedazos de conversaciones que había escuchado, había entendido que las grandes bestias estaban atacando la Santa Sede. Decir que algo así era excesivo, era como decir que ir a pescar con dinamita era excesivo. Era una exageración, un abusó, algo que jamás hubiera consentido de haberlo sabido, y exactamente lo que necesitaba y lo que me dejaría el tiempo suficiente para trabajar.
Conteniendo la rabia que sentía, contiene mi camino por los pasillos ya prácticamente vacíos, hasta finalmente llegar a mi destino, la oficina del arzobispo, lugar donde aún pese a toda la conmoción, dos solitarios guardias seguían de pié, dispuestos a no abandonar su puesto por nada del mundo.
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Intentos Infinitos "2"
DiversosContinuación de Reencarne como una villana con Intentos Infinitos.
