En un oscuro bosque de abetos, donde hace poco el viento los había despojado de la capa de hielo que los cubría, rompiendo la quietud, y la absoluta soledad de la escena, un trineo tirado por perros avanzaba todo lo rápido que las bestias podían andar en tal páramo.
Finas capas de escarcha cubrían su pelaje, el aliento que salía de sus hocicos en forma de vapor, caía cristalizado a sus patas. El vehículo del que tiraban, estaba construido con recias cortezas de árbol, y una plancha de madera con forma de V invertida, les permitían navegar mejor en el gran mar de nieve que se extendía más allá de lo que los ojos podían ver.
Fuertemente atado tras el trineo, se veía una gran caja cuadrada de madera, también había una gran colección de objetos más, varias cajas más pequeñas, una tetera, una sartén, un hacha, una espada envainada, mantas, y un candil de aceite que en ese momento estaba apagado.
A lado del trineo, completamente enfundado con varias capas de abrigos, avanzaba un hombre cercano a sus cincuenta años, que procuraba quitar piedras o cualquier cosa que pueda detener o dañar tanto la carga como a las bestias, y detrás del trineo, iba uno más, mucho más joven, un muchacho, que según lo que se podía apreciar de sus facciones envuelvas de una gran bufanda que le cubría medio rostro, estaba cercano a sus 20tes.
Ambos hombres avanzaban sin hablar, economizando cualquier esfuerzo para mantener sus funciones básicas.
Por todos lados de aquel inmenso desierto helado, reinaba el silencio absoluto, y casi se podía sentir que el invierno mismo repudiaba a aquellos hombres y sus bestias, que venían haciendo un bullicio con sus respiraciones, y el sonido de trineo avanzando sobre la nieve.
En aquel mundo, donde los días eran cortos y la luz muy pobre, el paso de las horas apenas era distingo por ambos hombres que podían pasar horas sin hablar, sin embargo, el silencio absoluto fue roto por un largo y solitario aullido.
Un intercambio de miradas fue compartido por ambos hombres, y a los pocos segundos, de una dirección similar a donde había llegado el primero, un nuevo aullido se escuchó, y de él, uno más.
— ¿nos persiguen?
Preguntó el hombre mayor que iba delante mirando a su compañero.
— quizás…
Respondió el segundo, el más joven, desviando la mirada hacia atrás.
— La carne escasea, hace mucho que no veo siquiera un conejo.
Después de aquél pequeño intercambio de palabras, no dijeron nada más, pero siguieron con el oído atentó a los aullidos que se escuchan muy a la distancia.
Habiendo oscurecido ya por completo, internándose un poco dentro del bosque de abetos, montaron su campamento.
La gran caja les servía de mesa, y el grupo de perros se hallaban agrupados junto al fuego, gruñendo entre ellos, y enseñando los dientes a la menor provocación.
Mientras el primer hombre colocaba un trozo de hielo en la tetera que depositó sobre el fuego, el segundo se hallaba sentado sobre un medio tronco, usando una piedra para sacar filo a una espada.
— ¿Por qué no trajimos más flechas?
Preguntó el primero mientras tomaba un trozo de carne que había dejado asar junto al fuego, e iba a sentarse a lado de su compañero.
— aunque hubiéramos traído un centenar, alguien las seguiría desperdiciando cada vez que cree ver un ciervo a la distancia.
— te insisto que vi uno, aún no estoy tan loco como para ver visiones.
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Intentos Infinitos "2"
AcakContinuación de Reencarne como una villana con Intentos Infinitos.