41. La mina abandonada.

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Tras varios días de viaje, finalmente fui capaz de divisar mi destino.

A lo lejos, una montaña se hallaba solitaria en la planicie, y a sus faldas, la siluetas de edificios podían ser divisados, al mismo tiempo que una muralla en construcción, sin embargo, una inspección más detallada, era suficiente para notar, que dichos edificios era ruinosos y apunto de derrumbarse, y la muralla daba la impresión de estar a medio hacer, debido a que se estaba cayendo a pedazos.

Con aquel pueblo fantasma como mi objetivo, hice que la yegua Briza acelerará un poco el paso, él sol estaba por ponerse, y si no nos apuramos, llegaríamos después de haber caído la noche, y todavía necesitábamos preparar un lugar donde poder alojarnos.

Cruzando unas puertas semidestruidas, llegamos al que una vez fue un pueblo próspero y en desarrollo. Las calles eran amplías, y había media docena de esos edificios de 5 pisos, que tanto les gusta hacer en Karris, y todo lo demás, eran construcciones, ya ruinosas, de madera y arcilla.

Con la noche apunto de caer, rebuscamos un poco hasta hallar unas caballerizas en un estado decente, con eso me refiero a que tanto la puerta y el techo todavía estuvieran en su sitio. Desatando a Briza de la carreta, la lleve al interior del edificio, y de mi cantimplora, llene una cubeta para que pudiera beber.

Mientras ella cenaba una mezcla de heno y avena, y de postre, tiernos retoños de hierba que creían en la caballeriza, yo mordisqueaba un trozo de carne seca mientras observaba el mapa.

La casa de empeños de la que hablo Sydow acababa de moverse a un país en la esquina del continente al que me tomaría cerca de un año el solo llegar, mientras que el punto que señalaba a Maximus Maximilian, el Aeon al que me recomendaron conocer, estaba relativamente cerca, aunque todavía tendría que cruzar la frontera para llegar a Crimea.

Con un largo suspiro, maldije a mis objetivos errantes, mi paso es lento, y no tengo idea cuándo estos se van a mudar, y tomando en cuenta que son capaces de atravesar kilómetros en un pestañeo, tengo el presentimiento de cuando finalmente quiera ir a buscarlos, se mudarán cuando ya esté a un día de llegar.

Mirando el mapa, me di cuenta que los objetivos que eran el pueblo de Celes, y la mansión Croiss, habían tomado un tono gris, casi como el propio mapa dudará si todavía voy a ir ahí, y solo me los siguiera marcando por pura cortesía.

Sabiendo que el tiempo se había vuelto en mi contra, y queriendo por todos los medios mantenerme alejada de Eris, acepté de manera sana que no tendría tiempo para una pequeña visita a casa, y ambas marcas desaparecieron.

Guardando el mapa otra vez en mi inventario, saque la manija de puerta, y la coloque en una esquina de la caballeriza. Este realmente era un objeto muy bueno, aunque no la había dado mucho uso debido a que prefería dormir en una cama, aunque sea una sucia de una taberna barata, a en el suelo de un espacio oscuro y frío. Pensando que si no era agradable dormir aquí dentro, el espacio podría ser usado como bodega o un segundo inventario, entre dentro del mismo, y después de acostarme en una improvisada cama de heno y mantas, me dormí para prepararme para el día siguiente.

Cuando desperté, al salir de la habitación portátil, era cerca del mediodía. Todos mis preparativos para entrar en la mina ya estaban listos desde la noche anterior, así que solo me aseguré de dejar suficiente agua y comida a Briza, y colocándome mi capa, fui en dirección a la mina.

Cerca del pueblo, a poco más que media hora a pie, una montaña apenas unos doscientos o trecientos metros se alzaba, la montaña en sí no era muy impresionante, pero debajo de la misma, filones de plata que se extendían kilómetros y kilómetros bajo tierra, sin embargo, en aquella cueva "natural" que exploradores encontraron hace ya unos 50 o 60 años, era el hogar de unos de los jefes del juego.

Intentos Infinitos "2"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora