El sonido retumbante de las campanas me despertó, lo que bostezo para quitarme la pereza del cuerpo, y me levanto de mi humilde catre.
Tomando una jarra que había en una mesa, vierto un poco de agua en un cuenco, y con un trapo proceso a lavarme el cuerpo lo mejor que puedo. Carezco de cualquier utensilio de limpieza y únicamente se me permite usar jabón y una cubeta de agua los domingos. Habiendo terminado, vierto un poco más de agua para lavarme y mojar mi cara.
Estando un poco más limpia, de una caja de madera, sacó una pequeña túnica de color negro. Y me visto con ella.
Una vez termine de prepararme, me pongo de pie enfrente de la puerta, y espero que vengan a buscarme.
Sin comerlo ni beberlo ya llevo poco más de 4 años viviendo en la iglesia, 4 años mucho más aburridos que cualquier otra cosa.
Sin pretenderlo, parece que el día de hoy termine más temprano de lo usual, ya que se estaban tardando en venir por mí, por lo que intenté distraerme dando un vistazo a mi habitación que era el colmo de la sencillez.
Un catre que es poco más que un plancha de madera con una delgada colcha encima, una mesa casi destartalada, una jarra de madera, un cuenco, un trapo, y una pequeña caja con un par extra de túnicas negras, y algo más de ropa bastante vieja y gastada.
Siendo honesta he estado peor, y no me quejo.
Finalmente detrás de mí se escucharon dos golpes en la puerta, bajó la cabeza en señal de respeto, y sin pedir mi permiso para poder entrar, la puerta se abre y una mujer mayor en una túnica gris entra a la habitación.
— ¿Ya estás lista?
— me he aseado y preparado debidamente hermana Kren.
La mujer asiente algo molesta y murmura para si cosas inentendibles donde solo pude descifrar "demasiado obediente".
Sin decirme otra palabra, me hace seguirla, y comienzo a caminar detrás de ella. Después de pasar por varios pasillos llegamos a una gran mesa donde ya estaban sentados al menos un centenar de túnicas grises. La mujer se sienta en una silla vacía y yo tengo que sentarme a su lado, con algo de dificultad he de decir porque las sillas son claramente para un adulto y yo soy apenas una infante.
Mi intento de escalar la silla es en ocasiones patético, y me toma tiempo, por lo que muchos de los túnicas grises me miran levemente antes de apartar la mirada. Uno de los dogmas que defiende la iglesia, es que cada uno es responsable de cargar su propio peso, lo que también se puede traducir en que no te vamos a ayudar por mucho que estés en un problema.
Justo en el momento en que fui capaz de subirme a la silla, la gran puerta que daba a la zona interior de la catedral se abrió, por lo que hice por arreglar mi túnica y sentarme lo más correcta que puedo, pese a que mi cara apenas llega a la altura de la mesa.
Un sacerdote de túnica blanca entró, y dio una mirada alrededor, y pareció levemente decepcionado de que en este día, yo haya sido capaz de estar debidamente sentada cuando él llegó a bendecir los alimentos.
Sin más que hacer, levanta sus manos al cielo, a lo que todos cerrando los ojos y juntamos las nuestras. Por casi diez minutos, se pone a soltar un largo sermón que siempre me ha sorprendido que cada día es distinto sin repetirse. Cuando terminó, soltó un simple "pueden tomar sus alimentos" y se fue del comedor tan rápido como llegó.
Un pan sin levadura ni sal, y un vaso de agua suele ser nuestro desayuno. Esto es así siempre, con la única excepción de una fecha importante o los domingos. Donde el desayuno puede ser un plato de avena con leche y miel, o un cuenco de garbanzos cocidos. Huelga decir que los días de la avena con miel son prácticamente una tortura para mi.
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Intentos Infinitos "2"
DiversosContinuación de Reencarne como una villana con Intentos Infinitos.